SEGUNDA PLANA – PUNTO MEDIO

DESDE HACE MUCHOS años sabemos que los grandes depósitos de agua subterránea que guarda la Península de Yucatán son un tesoro cuyo valor aumenta conforme pasan los años y cada vez más zonas del país –y del mundo– se quedan con tan poco líquido, que pasan apuros incluso para conseguir el que deben beber. Ahora bien, conforme pasa el tiempo aumenta el riesgo de que esa agua sea presa de sus dos grandes amenazas, las cuales son, a nuestro parecer, primero la contaminación que nosotros mismos generamos (en la página 5 informamos sobre el tema); y segundo, las empresas privadas y/o los gobiernos centralistas que codician nuestro líquido, ya sea para venderlo en los mercados de consumo, o para entregarlo a quienes lo necesitan a cambio de votos y poder político. Tenemos que aprender urgentemente a cuidar nuestra propia agua, para que nadie quiera venir a cuidarla por nosotros, y de paso apropiársela y llevársela a otras partes del país.

CUANDO PENSAMOS que los legisladores ya no nos pueden sorprender más, siempre tienen una nueva iniciativa que demuestra lo contrario”, dijo en un comunicado la Unión Nacional de Padres de Familia, al lamentar que el Congreso del Estado de México haya despenalizado la venta de bebidas alcohólicas a menores, además de reducir otras sanciones que permitían moderar su ingesta. Según la nota que encontramos en la revisión diaria de medios, el argumento para facilitar la venta de alcohol es que las leyes anteriores se prestaban para que los funcionarios que verifican esos comercios exigieran sobornos, en un argumento que la unión calificó de “increíble”. La ligereza de los legisladores mexiquenses es preocupante porque existe el peligro de que los diputados de otros estados imiten la medida bajo el argumento de que tal cambio es “de avanzada”, cuando en realidad es un retroceso social y una muestra de degradación. Debería ser hora de que los estados de la “provincia” encuentren fórmulas para impedir que leyes livianas y corruptoras que se aprueban para el Centro del país lleguen a afectar a los provincianos, cuyos valores y estilos de vida son muy diferentes a los que tienen quienes viven en la gran urbe.

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