Show de revés a dos manos y slice

Por Santiago Pell

Han pasado 4 días desde la mañana del domingo 14 de julio. Eran las 8 a.m y el sol ya estaba presente sobre el césped del Centre Court en Wimbledon, se llevaba a cabo la final varonil entre la leyenda Roger Federer y el, como yo lo llamo, “monstruo del tenis” Novak Djokovic.

El reloj suizo llegaba a Londres con alto porcentaje de confianza en sí mismo por haber conquistado el trofeo en hierba del Noventi Open de Halle; por otro lado, Nole venía con el triple de confianza, primero: por ser el #1 del mundo, y segundo: por ser el jugador a vencer tras conquistar en 2018 el All England.

En el momento en que estos “extraterrestres de la raqueta” pisaron la cancha verde, el mundo entero paralizó, estaba por comenzar uno de los mayores partidos en la historia del tenis, un verdadero deleite. Tras el transcurso del encuentro, los jugadores se encuentran emparejados a 2 sets cada uno, el sol de Wimbledon decide recostarse solamente de un lado de la cancha y llega el quinto y definitivo set…

Si bien encontrara un título para esta columna que no sea acorde a mis gustos y preferencias de dicho encuentro, podría comentar que el partido fue un mero “show de revés a dos manos y slice”, pues eso es lo más resaltante del partido; es inexplicable el duelo de titanes que hubo, Su Majestad buscando el error del contrario tirando bolas bajas, y en respuesta a eso, el monstruo del tenis agarrando con decisión su raqueta con ambas manos logró que sus pelotas pasaran la red.
En esta ocasión el mejor jugador del partido terminó siendo el perdedor, sin embargo, aún teniendo dos match points en contra, el serbio resultó campeón, defendió su trofeo, comió un poco del césped y volvió a poner su nombre en la historia del tenis y de Wimbledon.

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