Un domingo en la Plaza Grande

Lo mismo daba escuchar al señor de los tacos cortando la carne sobre su tabla, al mesero ofreciendo las delicias que sólo las manos yucatecas saben hacer, los ritmos jaraneros y los tambores, que el murmullo de quienes caminan sobre la histórica Plaza de la Independencia, donde los colores y los sonidos se conjugan para brindar a propios y extraños una experiencia única e inigualable. 

Es por todos sabido que la Plaza Grande, nombre popular, es un punto obligado de encuentro donde se escriben muchas historias plasmadas de matices y recuerdos, pero son los domingos donde los colores y sonidos están a sus máximo esplendor. 

Aunque el recorrido puede variar en minutos, la experiencia es inigualable. Los cinco sentidos se disparan, siendo la vista y el oí­do quienes toman la delantera. Y es que cómo resistirse a ese llamado, casi comparado con el canto de las sirenas: “¿un panuchito, joven?” o mejor aún: “¿un taco de cochinita?”, palabras que hacen un eco de sonidos en la mente que retumba hasta el corazón. 

Pero los sonidos no paran ahí­, es el replicar de campanas de la catedral de San Ildefonso las que se imponen ante todos. El llamado está hecho. 

Durante el recorrido un grupo de jóvenes que daban muestra de su talento para tocar los tambores y la facilidad para mover el “Hulahula”. El ritmo contagió a más de uno, por lo que no dudaron rodear a las estrellas del momento. 

A lo lejos, pero cerca a la vez, la bandera tricolor se ondeaba co el paso del viento. Pequeños soni- dos de ese encuentro apenas y se hací­a presente, pues se encontraba a varios metros de altura en el pleno centro del Parque, el payaso “Tommy”, quien por cierto cumple 40 años de profesión, daba cátedra de cómo divertir a la gente. Las carcajadas no se hací­an esperar. Tendrí­an que seguir la recomendación de tan colorido personaje: “Sonrí­e, que mañana no sabrás si serás chimuelo”.

De inmediato, la voz del conductor del evento, Antonio Marí­n Aguilar, presentó al Ballet folclórico juvenil, que deleitó a los presentes con la tradicional vaquerí­a. Los sones del “6×8” y del “3×4” se hicieron presentes con el colorido de las flores bordadas con hilos de seda que cuenta el traje de gala, el terno.

La paleta de colores de la Plaza Grande era vasta, casi una obra de arte que se funcionaba con los grandes edi cios del primer cuadro de la ciudad, mismo que es disfrutado y apreciado por las miles de personas que ahí­ acuden.- Jesús Gómez 

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