Un tigre frente al México bronco

Las amenazas de violencia y los mensajes incitando a una Revolución armada si no se da el resultado electoral que un grupo político desea, es un reflejo del fanatismo al que se ha llegado y la cerrazón al no admitir más que su propio punto de vista; es reiterativo el uso de la frase “no suelten al tigre”, pero es más peligroso desatar al “México bronco”, porque a él nadie lo para.

Y con decir “México bronco”, no nos referimos al candidato independiente, quien está haciendo su lucha electoral, a su modo, de una manera poco ortodoxa pero respetuosa, hay que reconocerlo.

No. El México bronco es otro. Se trata de la violencia desatada entre mexicanos, que desata un fuego que termina cuando ya no hay nada qué consumir. Lo vimos en los once años de la guerra de independencia de México, en las luchas de la Guerra de Reforma que llevaron a la intervención francesa y luego en la década de luchas revolucionarias, así como años después en la Guerra Cristera.

Todo eso costó mucha sangre al país. La amenaza de soltar al tigre es grave, pero lo es más aún el que tan fácilmente se llame a una revuelta si no gana el candidato de “la esperanza, del amor y la paz”, quien ha descalificado a las instituciones y desde antes de iniciar la campaña ha descalificado el proceso, enervando el ánimo de sus seguidores.

Otro argumento es el de decir que “nada tienen que perder” y por eso el tigre es peligroso. Cierto, un tigre suelto es peligroso, pero aún con un gran costo de vidas, al tigre se le puede amarrar y someter, sobre todo cuando reaccione la otra parte de ese México.

En el país existe mucha inconformidad, mucha indignación, los niveles de inseguridad son altos y no vienen desde la administración Peña o desde Calderón o Fox, hablamos de algo gestado desde mucho antes y es fruto de las condiciones sociales y el fracaso de las políticas paternalistas, como las que propone el candidato de la esperanza.

Pero en todo ese entorno tenemos que la mayoría de los mexicanos salen día a día a partirse el lomo para ganarse el pan y llevar el sustento a sus familias. Tenemos a gente que con esfuerzo ha salido adelante y progresado, cimentando un patrimonio, con sudor, dolor y sacrificios. Ese es el ciudadano común, no la clase política.

Frente a aquellos que se justifican y tratan de atemorizar diciendo que no tienen nada que perder, están aquellos que sí tienen algo que perder, poco o mucho, pero fruto de sus esfuerzos y ése es el México bronco que no debe ser despertado, porque cuando alguien pelea por defender lo suyo, entonces la lucha se vuelve encarnizada, ya se ha visto en los casos donde la gente se ha enfrentado al crimen organizado.

Históricamente los grupos de autodefensa no son nada nuevo. Han existido cuando los ciudadanos se organizan para proteger a sus familias. Ése es el México bronco al que no se debe despertar, porque armados con rudimentarias escopetas, con palos, coas o machetes, auxiliados por sus fieles perros domésticos y vigilando a pie, podrán parecer poca cosa, pero tendrán el firme propósito de defender lo suyo con un grito “¡Ya basta!”, en una situación que puede empeorar las cosas, pues al no estar bajo ningún control llevaría a enfrentamientos del pueblo enfurecido, armado rudimentariamente pero con las pasiones desbordadas e incontrolables.

¿Eso quieren despertar con sus llamados a la Revolución? Los videos al respecto en redes y los memes son ya muy comunes, pero no es juego y si lo fuera, deberían considerar que en todo juego se encuentra una contraparte.

¿Y si en vez de amenazar con soltar al tigre, empezamos a escuchar sus estrategias de mejorar las condiciones educativas, laborales, de salud y económicas? Hasta ahora sólo han sido críticas, aumentando el odio y la división. Mejor escuchemos propuestas.

¿De qué lado quedará el Gobierno si hay violencia? Esperemos que por sobre todo prevalezca la ley y la Justicia. Absolutamente a nadie le conviene despertar al tigre dormido del México bronco porque, repito, a éste nadie lo detiene. La gente ya está harta de tanto odio.

Aprendamos de la historia.

Hasta la próxima…

Por Miguel II Hernández Madero.

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