VERBOS PARA EL LABERINTO

Quesadilla con queso es pleonasmo

Por Alejandro Fitzmaurice

De haber sido cierto, era para pegarse un tiro, pero por fortuna podemos descargar la pistola: efectivamente la Suprema Corte de Justicia no discutió si la quesadilla debía o no llevar queso, falsa información difundida en Facebook y proveniente de eldeforma.com, un periódico de cotorreo y nada más.

Como sea, creo que escribo por fortuna con toda razón. Si hubiese sido verdad, los honorables magistrados de veras serían el auténtico hazmerreír nacional, si no es que ya lo son con la puntada de liberar secuestradoras. Pero ése no es el tema. Además, el asunto sobre si las quesadillas deben o no llevar queso rebasa el mero morbo culinario.

Al inicio de mi estancia en la ciudad de México, hacía corajes cuando no sentía dicho ingrediente entre los champiñones rebosantes y la tortilla caliente y aceitosa. Reclamar resultaba inútil: “no me lo pediste, güero”.

Un compañero del posgrado, más intelectual que buena gente, me explicó que era doña Lupita, la del puesto en Mixcoac, quien tenía razón, y no yo, un yucateco ignorante de los misterios de la gran capital. Su argumento me pareció convincente: quesadilla provenía de una palabra náhuatl que significa tortilla doblada.

A raíz de mi pánico con la Suprema Corte —por un segundo sí me alarmé— volví a buscar sobre el asunto. Así, según la Academia Mexicana de la Lengua, quesadilla proviene, efectivamente, de la palabra queso, así que pedirla con este ingrediente es una especie de pleonasmo.

De hecho, Alberto Peralta, Doctor en Etnohistoria y colaborador del blog deliciasprehispanicas.blogspot.mx, explica que los aztecas no comían ni producían este lácteo y que la quesadilla en México apareció hasta el siglo XVIII.

Por ello, pensaba mandarle esta columna al compañero antes mencionado, pero me da flojera una semana de discusión por correo electrónico. Me encantaría, por el contrario, mostrársela a doña Lupita. Pretextos nunca faltarían para ir a verla. Con o sin queso, de veras extraña mi barriga el aceitoso veneno de su plancha.

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