¿Vivimos en templanza o destemplanza?

Por: Roberto Dorantes

La liberación de los sentidos tiene como efecto un padecimiento generalizado en la sociedad que nos lleva a una malsana curiosidad, derivada de la falta de la virtud de la templanza.

Enumeraré algunos ejemplos sencillos, como muestra de ello. Un accidente que se encuentra en nuestro camino, al momento de pasar por el lugar del siniestro bajamos la velocidad, abrimos bien los ojos y tratamos de enterarnos de lo que sucedió, si los daños fueron solo materiales, o si hubo heridos o alguna persona fallecida, este tipo de acciones refleja una malsana curiosidad.

Cuantas veces perdemos el tiempo en las redes sociales, lo que puede ser un momento de distracción al entrar a ellas, resulta que se convierte en una, dos, tres o más horas de tiempo perdido. De hecho los videos más vistos en la web son los de pleitos, infidelidades, escándalos, lascivos, entre otros.

Ya es común las marchas de personas que andan semidesnudas, de artistas que muestran sus senos en señal de protesta, espectáculos que se presentan a la audición suelen ser muestras de actos venéreos y pasionales, ya es algo “natural”, se ha perdido la dimensión de la continencia.

Los sentidos son las puertas del alma, lo que adquirimos a través de ellos reflejan nuestro interior y nuestra personalidad, la curiosidad malsana nos lleva la intemperancia o destemplanza, hay una obsesión de gozar que impide vivir con serenidad y llegar al conocimiento auténtico.

La era cibernética que vivimos nos ha llevado a perder la intimidad, es decir, ya no hay vergüenza de ocultar ante los demás nuestras acciones personales, en otras palabras se ha perdido el pudor.

Toda esta liberación de los sentidos lleva al embotamiento del sentido intelectual y la ceguera de espíritu, de la cual habla el filósofo Santo Tomás de Aquino: “una persona embotada del sentido intelectual es el que no llega a conocer la verdad sobre los bienes espirituales; se dice ciego de espíritu el que está privado de estos mismos bienes”.

La templanza modera los sentidos y la inclinación de los placeres, entonces, obtenemos la libertad interior, de esto deriva una armonía entre el apetito y la razón, que nos lleva al dominio de sí mismos, una mayor libertad y nos abre los sentidos a las cosas espirituales.

La templanza nos lleva a la honestidad, la continencia, la humildad, la modestia, la prudencia, a la lucidez de espíritu y a la sabiduría; entonces, hace al alma sobria, modesta y comprensiva. La vida recobra el sentido de nuestra existencia que se ve afectada con la destemplanza, misma que nos lleva a la privación de la liberad interior.

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