Desde hace 26 años Mauricio Loría Herrera dijo “Aquí estoy” y posicionó sus restaurantes entre los preferidos por los paladares más exigentes
Llegó de Sucilá en 1963 sin más que dos años de educación primaria cursados, pero con muchas ganas de aprender. Hoy, don Mauricio Loría Herrera es el dueño de una cadena de restaurantes de comida yucateca que se ha consolidado en el gusto del público desde hace 26 años, y como si fuera el primer día, sigue inspeccionando que sus hijos y nietos sigan al pie de la letra la receta que lo llevó al éxito: el respeto al cliente y el trabajo diario, constante y honesto.
“No fue nada fácil recorrer este camino, pero afortunadamente conté con gente que siempre creyó en mí, y que me dio trabajo, como el dueño de una panadería que me dio facilidades para estudiar y trabajar, y hasta me permitió hacer mis hojaldritas de carne molida o de jamón y queso que salía a vender por las calles de la Vicente Solís, y que gracias a Dios se me acababan rápido”, recordó.
Y fue este gusto por la comida, la que llevó a don Mauricio, a laborar como mesero en diferentes restaurantes, iniciando su carrera en el famoso Impala, de Paseo Montejo, y continuar recorriendo diversos establecimientos.
“Y no es que me quitara porque si, o porque me despidieran, sino que me tomé muy en serio el comentario de uno de mis patrones, que en una ocasión me dijo: ‘eres un diamante en bruto, aprende todo lo que puedas que vas a llegar lejos’, por eso, siempre tenía en mente seguir aprendiendo algo nuevo, y así llegué a una cadena hotelera, que me capacitó para hacerme cargo de la gerencia de bebidas y alimentos, y fue así que me enviaron a Mazatlán”, recuerda.
Y la ruta profesional del entrevistado apuntó a recorrer diversas ciudades en el país y terminar en la gerencia de un hotel, pero la nostalgia pudo más y en unas vacaciones se animó a apoyar a su esposa, Nidia Isabel Cervera, en un puesto de asado y poc chuc que había instalado en su predio de Itzimná, que, ante los buenos resultados, le cambió la vida, pues ya no regresó a su gerencia y decidió comenzar desde abajo en aquel establecimiento que funcionaba en un puesto de refrescos.
“Era el año de 1991, y por las noches pasaba un programa de variedades que conducía Verónica Castro, se llamaba “Aquí está”, y fue entonces cuando decidí retomar la idea, pero adaptado a nuestro medio, y como yo soy ‘mayero’, decía ‘Wayané’, y así le pusimos al negocito”, recordó.
Al paso del tiempo, lo aprendido en la cocina del hotel, donde era primordial el servicio de calidad a la clientela y un producto de calidad, fue atrayendo a más gente al modesto local, y la petición de abrir por las noches, dio pie a que se arrendara un local en la calle 60 Norte, en el que se vendía carne al pastor y hasta cervezas.
“El dueño del local, que me cobraba 2 mil pesos de renta al mes, un día fue a comer y al ver que teníamos mucha clientela, sin aviso previo me aumentó la renta a 12 mil, y eso motivó a que cerráramos el restaurante, que una semana después, abrió el casero y que finalmente, en unos meses fracasó”, dice don Mauricio, quien señala que, a lo largo de su carrera, ha sabido darse cuenta de cuándo es el momento en el que debe finalizar un proyecto, lo cual no le ocurrió en una, sino en varias ocasiones.
En la actualidad cuenta con cuatro establecimientos en los que ya están laborando los hijos y nietos de don Mauricio, que iniciaron desde cochambreros, lavaplatos, meseros y taqueros, y que hoy se hacen cargo de los restaurantes, ofreciendo las recetas originales para consentir a la clientela, como el chili bull, el pollo al cilantro, a la mostaza y, al momento, se cuenta con un menú de 30 guisos y 4 especialidades.
“Me gustaría trascender un poco más, hemos dado servicios en la Ciudad de México nuestros guisados y hemos estado en Xmatkuil donde la gente se familiarizó más, y no quitamos el dedo del renglón y ya nos preparamos con el personal para aprender inglés y dar un mejor servicio a los extranjeros”, puntualizó el entrevistado, quien todavía comparte esos momentos de atención al cliente con su querida esposa. –Texto: Manuel Pool / Fotos: Juliana Sepúlveda