¿Y tú qué harías por amor?

Por:  Ángel Torruco González

 

Como cada año, es en estos momentos cuando tenemos la imperiosa necesidad de expresar lo que sentimos. Nos vemos tentados a comprar cosas, celebrar, recordar a quienes queremos o tal vez a alguien que ya no está. Algunos lo llaman consumismo, otros lo llaman compartir, para otros es pérdida de tiempo, algunos lo ven como felicidad, pero independientemente de quienes lo critiquen o lo alaben, el amor siempre ha estado presente en los grandes momentos de nuestra historia.

De hecho, está presente todos los días, para recordarnos la esencia de lo que somos y para responder a la pregunta que constantemente nos hacemos: ¿por qué estamos en este mundo?

Así que hoy quiero invitarlos a reflexionar sobre el valor que tiene el amor en nuestras vidas a partir del gran efecto que ha tenido en la historia. Atrevámonos a analizar grandes demostraciones de este poderoso sentimiento que nos hacen valorar el significado de nuestra propia humanidad y retémonos a pensar: ¿qué estaríamos dispuestos a hacer por amor?

El primer ejemplo que quiero traer a su memoria es el de la última mujer faraón de Egipto, Cleopatra, y el general romano Marco Antonio.

Una historia tan trágica como la de Romeo y Julieta, pero más impresionante por el contexto histórico que rodeó a la pareja. Marco Antonio se enamoró perdidamente de Cleopatra desde el momento que la vio, sostuvo con ella una relación de catorce años y tuvo tres hijos.

Octavio lo presionó a casarse con su hermana, pero él la deja y vuelve con Cleopatra. Durante el tiempo que estuvo en Alejandría resistiendo las fuerzas de Octavio, le hacen pensar que Cleopatra había muerto, por lo que él se da muerte con el filo de su propia espada.

Al enterarse del fallecimiento de su amado, Cleopatra toma una víbora áspid para conquistar su muerte, al mismo tiempo que ordena enviar una carta que decía: “Octavio, mi imperio es tuyo, déjame descansar junto a Marco Antonio”.

Otro gran ejemplo fue el del “Padre del mestizaje”, Gonzalo Guerrero. Sin duda una historia que podría alcanzar parajes épicos, al involucrar un naufragio, la esclavitud, la renuncia de Guerrero a su cultura, el enfrentamiento en grandes batallas, el uso de la estrategia de combate para ganarse el respeto de su nuevo pueblo y por supuesto el amor de la princesa Zazil Ha, la bella princesa con la que el llamado “Renegado” forjaría una cultura nueva que hoy nos permite estar gozando de una pequeña parte del mundo, tras el choque de dos continentes.

Finalmente, quisiera terminar los recuerdos con un símbolo de amor que vivirá eternamente. Esta es la historia del emperador musulmán Shah Jahan y Arjumand Banu Begum, hija del primer ministro de la Corte. La conoció en el bazar de Agra, pero desde el inicio quedó enamorado de ella.

Al principio no pudieron casarse por cuestión de clases, ya que con miras a la corona debía casarse con alguien de su mismo rango. Con el pasar de los años, al tener la corona y apoyado por la tradición musulmana, logra hacerla su cuarta esposa y la nombra Mumtaz Mahal, que significa “La elegida” o “La perla del palacio”. Luego de diecinueve años de matrimonio, Mumtaz fallece repentinamente al dar a luz a su décimo cuarto hijo. Antes de morir, le pidió a su rey cuatro cosas: construirle una tumba, casarse de nuevo, ser bueno con sus hijos y visitar su tumba cada año. Luego de un profundo luto y de envejecer rápidamente en tan sólo unos meses, el rey cumplió con su promesa.

Con la fuerza de más de 20 mil obreros y con el ingenio de arquitectos de India, Persia y Asia Central, realizó uno de los más grandes edificios erigidos en el nombre del amor. Para construirlo, más de mil elefantes transportaron el mármol blanco de las paredes desde Rajastán, bestias de carga llevaron el jade chino, las turquesas del Tíbet, el lapislázuli de Afganistán, la crisolita de Egipto, las ágatas del Yemen, los zafiros de Ceylán, las amatistas de Persoa, el coral de Arabia, la malaquita de Rusia, el cuarzo del Himalaya, los diamantes de Golconda y el ámbar del océano Índico para decorar la construcción. Finalizar el monumento llevó al emperador a una fuerte crisis económica, por lo que fue reemplazado por su hijo Aurangzeb y confinado el resto de sus días al Fuerte Rojo, desde donde vería el recuerdo de su perla más preciada.

Querido lector, hoy que tomas un poco de tu tiempo para pensar en el amor y todo lo que se ha hecho en su nombre, reflexiona sobre la importancia de no dejar que el tiempo te quite lo más valioso que tienes.

Probablemente para defender aquello que amas, no tendrás que enfrentar el ejército de un imperio, ni renunciar a tus raíces o construir monumentos que permanezcan por siglos. Pero créeme cuando te sigo que retos más grandes nos esperan todos los días. En las pequeñas cosas, en los detalles, en lo que muchas veces consideramos poco importante. No dejes que se te escape el asombro, la felicidad, un beso o un abrazo profundo y, por supuesto, no dejes que se te escape el amor. Y si puedes pregúntate: ¿tú que estarías dispuesto a hacer por amor?

* Catedrático, especialista en política, con maestría en Derecho Internacional.

 

 

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