El cuartel de Dragones, de estamento militar a escuela infantil de artes

El Cuartel de Dragones, hoy conocido ahora como  el Cecuny, fue una edificación iniciada a principios del XVII por frailes franciscanos, quienes ubicaron ahí un hospital que funcionó hasta el año 1821,  cuando el gobierno requisó los terrenos para ubicar ahí la guarnición militar de Mérida, muy cerca de lo que fue el Fuerte de San Benito.

Este histórico edificio, hoy convertido en un centro cultural, ha transitado por más de 350 años como uno de los testigos más antiguos de la transformación de la ciudad, pero fundamentalmente del barrio de La Mejorada, donde se encuentra ubicado, en el centro-oriente de nuestra capital yucateca.

Los datos más antiguos que se conocen de esta construcción se establecen en la segunda mitad del siglo XVII, cuando los monjes franciscanos, “que fueron detallando obras y progresos de sus encomiendas”, según apunta en la enciclopedia “Yucatán en el Tiempo” de los autores Silvio Zavala Vallado, Juan Duch Collel, Michel Antochiw Kolpa y Fernando Espejo Méndez, “edificaron en ese sitio un sanatorio para gente acomodada”.

Esta obra bibliográfica detalla que de manera inicial el hospital funcionó hasta el año 1821, tras la conclusión del proceso independentista de Yucatán, que el nuevo gobierno ubica ahí un centro operativo militar, reubicando a los monjes a sitios más distantes y en comunidades rurales donde hacía más falta la atención médica.

Las obras estructurales del sanatorio –casco antiguo- se concluyeron, hacia 1803, lo que permitió entonces colocar la barda perimetral de mampostería para ubicar ahí una comisaría militar, con el rango de caballería, lo que se denominó Cuartel de Dragones de Caballería, que inició funciones hacia 1824.

Debido a que la zona centro-oriente de la ciudad de Mérida era considerada la más vulnerable, se estableció en un cerro que se presume inicialmente había sido una construcción maya con vestigios arqueológicos que de edificó el fuerte de San Benito y muy cerca, un fortín a manera de despacho de armas el cuartel militar que tuvo sus mejores años de funcionamiento en las primeras décadas del siglo pasado.

 Por más de 146 años el sitio se mantuvo como un despacho militar, de adiestramiento, campo de tiro y operaciones del regimiento castrense asentado en Yucatán, desde la segunda década del siglo XX cuando arribaron a nuestro estado los llamados “revolucionarios”.

La estrategia defensiva de la Mérida Colonial

En esta obra literaria -Yucatán en el Tiempo- mencionan someramente las medidas tomadas por las autoridades y pobladores de Mérida, y por parte de la Corona española para enfrentar un ocasional ataque proveniente del enemigo de ultramar.

De ahí también que durante los años 1820 se construyeron los arcos y puertas que en su momento cerraban la ciudad y arcos de los cuales aún cuatro permanecen en pie, como el que se encuentra en la calle 61 con 50 el denominado Arco de Dragones, en señalamiento directo a la presencia del Cuartel.

Durante este tiempo se edificaron también las áreas posteriores, salas de mantenimiento y crujías del cuartel militar que aún permanecen y están sobre las calles 61 y 48 de la ciudad de Mérida y en atención a la propia presencia militar en esa zona se construyó la primera planta generadora de electricidad, se terminó hacía los años 1896 tan solo cruzando la calle de la 48 con 61.

El parque de Mejorada

La vida activa del Parque de Mejorada también permitieron que este edificio tuviera sus propias condiciones, tras el periodo colonial, en las últimas décadas del siglo XIX se ubicó a unos pasos del propio cuartel la estación de ferrocarriles de Mérida.

Para el año 1920 se terminó la estación central de ferrocarriles, a dos calles de dicho sitio colonial desde donde se entregaban suministros y equipamiento para las diferentes tareas económicas de la urbe meridana, lo que también estableció en esa zona a los principales corchaderos o desfibradoras, así como talleres y equipamiento de apoyo a las haciendas henequeneras.

Según estudios y levantamientos realizados por profesionales de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Yucatán, las modificaciones arquitectónicas, el material arqueológico recuperado, así como el análisis de los documentos históricos, permitieron determinar las diferentes funciones del inmueble a través del tiempo.

La obtención de una muestra significativa de materiales culturales permitió  hacia los años 1960 y 1970 plantear una secuencia cronológica confiable, habiendo hallazgos tanto prehispánicos como históricos en el perímetro de la construcción.

 Tras funcionar por más de 140 años como un cuartel militar, este edificio cerró sus puertas de manera oficial hacia los años 70 del siglo pasado, recibiendo en donación por parte del gobierno federal al gobierno del estado dicho inmueble, quien lo entregó de manera inmediata a la Universidad de Yucatán para que ubicara ahí un proyecto cultural.

Se crea el Cecuny

Sin embargo, las condiciones económicas de la máxima casa de estudios del estado no fueron favorables y fue de esta manera que el gobierno del estado estableció un proyecto diferente y el 24 de enero de 1994 abrió sus puertas el Centro Cultural del Niño Yucateco, mejor conocido como el Cecuny.

Desde entonces ha sido un referente para la educación inicial en las disciplinas artísticas, toda vez que fue concebido como un espacio para cimentar el desarrollo armónico e integral de las niñas y los niños, mediante la programación e impartición de talleres artísticos y científicos para la formación extraescolar.

A lo largo de su historia, ha contribuido a la generación de una cultura para la paz, sustentada en las artes, la comunicación, la cooperación y el respeto por los derechos humanos, lo cual lo posiciona como un centro cultural pionero en su tipo.

Mediante un enfoque educativo que da pleno reconocimiento a la diversidad cultural, a los alumnos se les ofrecen bases hacia la comprensión, el conocimiento y por ende a la valoración del patrimonio cultural de Yucatán y de la humanidad en su conjunto.

El Cecuny presta especial atención a las necesidades lúdicas, creativas, expresivas e intelectuales de la niñez yucateca en general, lo que ha posibilitado el desarrollo de innovadoras vertientes artísticas y el fortalecimiento en el desempeño social de sus egresados, quien hoy son ya importantes actores, músicos, pintores y trabajadores del quehacer cultural en Yucatán. – José Cortazar

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