Juventud, acción y fronteras que se desdibujan

SOFÍA MORÁN

La semana pasada, Belo Horizonte (Brasil) se convirtió en el epicentro de la acción climática al albergar el Global Youth Climate Summit 2025 (Cumbre Mundial de Juventudes por el Clima). Asistí como delegada internacional, y más allá del honor de representar a Yucatán y México, viví el privilegio de tejer conexiones con más de 200 jóvenes cuyos proyectos socioambientales transforman realidades desde los rincones más diversos del planeta. Todos compartíamos un mismo propósito: enfrentar la crisis climática con urgencia y lucidez.

Cuatro días de conferencias, conversatorios y capacitaciones (junto a expertos, académicos, líderes empresariales y autoridades brasileñas) dejaron en mí un cúmulo de reflexiones que refuerzan mi compromiso con la acción climática.

Un mensaje resonó constante: la colaboración transectorial es la única vía para construir un futuro sostenible. Gobiernos, empresas y sociedad deben adaptarse al cambio, pero también mitigar sus efectos con soluciones audaces. Y en ese proceso, hay una verdad incómoda que duele: el cambio climático no solo arrastra paisajes y ecosistemas; se lleva consigo fragmentos intangibles (culturas, memorias, identidades) que definen quiénes somos. Esta crisis no es abstracta: destruye vidas. Por eso, debemos ser la generación que trabaja más allá de fronteras.

El llamado es claro. Las juventudes (y quienes vendrán después) deben sumarse a esta lucha desde dos frentes: la formación técnica y las habilidades blandas, sí, pero sobre todo desde la colectividad. Sin embargo, la responsabilidad no recae solo en nosotros. Las universidades están obligadas a ir más allá de la excelencia académica; deben impulsar proyectos con enfoque sostenible que trasciendan las aulas.

Los gobiernos, a su vez, deben crear mecanismos formales para incluir a las juventudes y comunidades históricamente marginadas en las decisiones sobre sus territorios. Y el sector privado no puede ignorar la ola global: descarbonizar, invertir con responsabilidad y abrir espacios al talento joven ya no es opcional, sino una condición para su supervivencia competitiva.

El cierre de la cumbre fue tan simbólico como concreto: la Declaración Juvenil de Belo Horizonte, un documento robusto que condensó las demandas de 200 jóvenes de 37 naciones en cinco pilares: Financiamiento climático, Liderazgo y participación juvenil, Justicia climática y equidad, Saberes ancestrales y soluciones basadas en la naturaleza, y Comunidades sostenibles y transición energética justa. Los debates abarcaron varios temas que revelan que la crisis climática exige respuestas multifacéticas como sus efectos.

Construir un futuro sostenible no es tarea de un solo actor, exige gobiernos capacitados, empresas conscientes, y una ciudadanía informada, organizada y empoderada para exigir y co-crear el cambio.

Mi conclusión personal: los verdaderos líderes no reaccionan al cambio climático; diseñan soluciones para vencerlo.