Salvador Castell-González
Vivimos en la era de la información, donde el acceso a datos nunca había sido tan fácil. Sin embargo, esta democratización del conocimiento trae consigo una sombra inquietante: la desinformación. El Informe de Riesgos Globales del Foro Económico Mundial 2025 ha identificado este fenómeno como una amenaza creciente, exacerbada por el uso poco ético de la inteligencia artificial (IA).
La desinformación, esa información falsa o engañosa difundida con la intención de manipular, se ha convertido en un arma poderosa en el siglo XXI. Sus efectos son devastadores: erosiona la confianza pública en las instituciones, polariza a la sociedad, socava la salud pública e incluso interfiere en los procesos electorales. Su prima, la información errónea, aunque difundida sin intención maliciosa, también contribuye a la confusión y al caos informativo.
La IA, con su capacidad de generar contenido sintético a una velocidad vertiginosa, ha añadido una nueva dimensión a este problema. Los deepfakes —videos o audios manipulados que parecen auténticos— se han convertido en una herramienta para difundir información falsa a gran escala, engañando incluso a los más escépticos. Asimismo, los bots automatizados inundan las redes sociales con propaganda y noticias falsas, dificultando aún más la distinción entre realidad y ficción.
Paradójicamente, la IA y las tecnologías generativas también son herramientas extraordinarias para acceder a información veraz y generar contenido de calidad. Modelos de lenguaje como ChatGPT, Google Studio o Deep Seek pueden sintetizar información compleja y crear contenido en segundos. La clave está en el usuario: su capacidad crítica y su compromiso ético determinan si estas herramientas se utilizan para el bien común o para la manipulación.
Ante esta amenaza en aumento, la batalla contra la desinformación requiere una estrategia multifacética:
Por un lado, la Alfabetización digital, es crucial educar a la población para que pueda identificar y evaluar críticamente la información que consume en línea.
Periodismo de calidad, riguroso e independiente, una estrategia fundamental para contrarrestar la desinformación con información veraz y contrastada.
Uno de los puntos más complicados es la regulación de redes sociales. Las plataformas digitales deben asumir su responsabilidad en la lucha contra la desinformación, implementando mecanismos para eliminar contenido dañino y promover fuentes confiables, sin violentar el derecho a la libre manifestación.
Finalmente, el desarrollo tecnológico responsable e impulsar que la tecnología sea una solución y no el problema. Sería interesante observar una IA que tenga como función validar la Información, con fuentes seria y profesionales.
La desinformación es un desafío complejo que amenaza los cimientos de nuestras sociedades. La respuesta está en la educación, la colaboración y el uso responsable de la tecnología. El futuro de la información, y de la democracia misma, depende de ello.