Quién mató al comendador

 

En el Mundial de Futbol del 2014, cuando multaron a México por el afamado grito de “¡Put… !”” en cada partido, leí un muy buen artículo que hablaba de la masa anónima. El artículo, a grandes rasgos, decía que ningún mexicano sentía pena o miedo después de gritar “puto” cada vez que el portero sacaba, pero que pocos mexicanos se atreverían a plantarse cara a cara al portero y decirle, con todas sus palabras, “puto”.

Hace unos meses, en el concierto de Roger Waters, la masa anónima se aglutinó y coreó canciones e insultos para Peña Nieto y Trump. Independientemente de si considero que lo que se dijo es correcto o no, sería interesante pensar a cada uno de los presentes, poniéndose de frente a los atacados y diciéndoles todos los insultos que coreaban en el zócalo.

Hace unos meses, en las calles del ITAM, una estudiante fue agredida físicamente por un susodicho cuando se dirigía a su clase. Ahora, hay muchos policías armados con enormes pistolas a lo largo de Río Hondo. ¿Se resuelve la violencia imponiendo miedo y más violencia? ¿Tienen derecho los estudiantes de la universidad privada de la zona a mayor protección que el resto de la colonia Tizapán? No importa quién haya dado la orden, ha sido aceptada por la masa universitaria, por tanto, si es acertado o erróneo el acto, poco importará, porque la masa no se equivoca. Y menos si es una masa “intelectual”.

“Prefiero la crítica más dura de un hombre inteligente a la aprobación irreflexiva de la masa”, dijo Johannes Kepler. La masa no se equivoca, y si lo hace, la responsabilidad del error es asumida por nadie. La masa somos todos y por ello, la consecuencia de los actos de esta es de nadie.

Todos pertenecemos a diferentes masas, de distintas dimensiones, en varios ámbitos. El problema es que las masas trabajan y se mueven de acuerdo con cierta psicología, diferente a la del individuo, como dice Le Bonn, éste modifica su actuar cuando está dentro de la masa.

Según Le Bonn, en la masa cada individuo suprime sus diferencias, y actúan con base en el inconsciente racial. Aparece un carácter promedio en los individuos de la masa con nuevas propiedades: en la masa, el individuo adquiere un sentimiento de poder invencible, desaparece la responsabilidad individual, hay un contagio de sentimientos y actos, se aplaza el interés personal por el de la masa. El gran problema aquí planteado es: la masa si se equivoca y no hay nadie que asuma el error. Ésta no es una reflexión para dejar de asistir a eventos masivos, ni de menguar su importancia y trascendencia, tanto en la historia como en la actualidad. Las marchas multitudinarias hacen que la voz de uno que no se escuchaba, se escuche. La masa le da poder a la lucha contra las injusticias, a favor de los derechos y para exigir cuentas al gobierno. Sin embargo, tenemos que estar conscientes de que la masa se puede equivocar y ante trágicas posibles consecuencias, nadie va a tomar responsabilidad. “¿Quién mató al comendador? Fue Fuenteovejuna, Señor. ¿Quién es Fuenteovejuna? ¡Todos, a una!”

El relato de Fuenteovejuna es la clara muestra de cómo la masa tiene la capacidad de lograr grandes cambios a favor de lo que el pueblo en realidad quiere, pero asimismo muestra la anonimidad de individuos que la conforman. ¿Quién es Fuenteovejuna? Todos.

¿Quiénes son los de la comunidad LGTB? Todos. ¿Quién es el frente familiar? Todos. ¿Quiénes son los maestros normalistas? Todos.

Todos y nadie. Nadie y todos.

Ésta es una reflexión para que, antes de entrar a corear con la masa, estemos conscientes de sus objetivos y preparados para, al menos, asumir las consecuencias que nos toquen.

Por Renata Millet*

milletrenata@gmail.com

* Estudiante de Ciencia Política en el ITAM y Pedagogía en la UNAM. Lectora, amante del mar y la navegación.

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