Las desavenencias sobre el grado de condena a Rusia por su guerra en Ucrania han visibilizado ciertas grietas entre la UE y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Tras intensas negociaciones de los equipos durante semanas y después de dos días de cumbre para estrechar lazos tras ocho años de parón, los líderes no ha podido alcanzar una posición unánime de rechazo a la invasión a gran escala lanzada por el presidente ruso, Vladímir Putin. Nicaragua, con vínculos con el Kremlin y una trayectoria autócrata de graves ataques a los derechos humanos, bloqueó los intentos de incluir referencias a una condena total y trató de sabotear la declaración. Pero se quedó sola. El resto, un total de 59 países, suscribió ayer una comunicación algo aguada y sin mencionar a Rusia, pero sí la guerra contra Ucrania. “Salimos con sentimiento del deber cumplido”, dijo el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.
La guerra de Rusia contra Ucrania no era el tema principal de una cumbre pensada para revitalizar lazos políticos y comerciales entre los dos continentes, pero ha acabado convirtiéndose en un elemento clave. Ha hecho evidente que la UE y América Latina se encuentran en dos puntos distintos en cuanto a la invasión, su solución y sus efectos. También ha mostrado que Nicaragua está cada vez más aislada. Justo antes de la cita de Bruselas, víctimas del régimen de Daniel Ortega instaron a los líderes latinoamericanos y europeos a unirse para elevar la presión sobre Managua.
Para la Celac, un grupo muy diverso de 33 países que no tiene estructura organizativa, rubricar una declaración final no era algo esencial. Pero para la UE, sí. Y así lo resaltaron durante el plenario ayer los líderes de las instituciones comunitarias y también el presidente español.
Texto y foto: Agencias