Pantocrator del Sinaí, esperanza del cielo

Por: Roberto A. Dorantes Sáenz

Una de las imágenes que más me cautiva en la denominada Pantocrator, esta imagen pertenece a la época bizantina. El arte bizantino es una expresión artística que se configura a partir del siglo V, fuertemente enraizada en el mundo helenístico, como continua del arte paleocristiano oriental. En sus primeros momentos, Bizancio se consideró como el continuador natural, en los países del Mediterráneo oriental siendo transmisor de formas artísticas como el medieval, que se ajustan a las grandes fases de su historia política.

La Real academia española nos define Pantocrator, del latín tardío pantocrător “todopoderoso”, y este del griego bizantino “παντοκράτωρ pantokrátōr”. En el arte bizantino y románico, representación del Salvador sentado, bendiciendo, y encuadrado en una curva cerrada en forma de almendra.

En concreto, en el arte bizantino y románico, con el término pantocrátor se designa la imagen con que se representa al Todopoderoso, Padre e Hijo, es decir, Creador y Redentor. La figura, siempre mayestática, muestra a una u otra persona divina en similar actitud: con la mano diestra levantada para impartir la bendición y teniendo en la izquierda los Evangelios o las Sagradas Escrituras. En ocasiones, se representa sólo el busto; otras veces, la figura completa entronizada que, cuando se trata del Padre, sostiene en sus rodillas a Cristo hijo. Dos son los lugares habituales para exhibir el pantocrátor en las iglesias: al exterior, en los tímpanos de las portadas, esculpido en piedra; o, en el interior, pintado en las bóvedas de horno de los ábsides. En todo caso, se suele enmarcar en un cerco oval conocido como mandorla (del italiano mandorla = almendra) y ocupan el espacio adyacente las cuatro figuras del tetramorfos, es decir, alegorías de los cuatro evangelistas.

Mi Pantocrator preferido es el hecho en el siglo VI en el corazón de la península sinaítica, en medio de la desértica cordillera del Sinaí, se halla uno de los lugares sagrados más fascinantes del mundo: el Monasterio de Santa Catalina.

El monasterio ha experimentado pocos cambios desde su construcción, por lo que se mantiene casi igual que hace 1500 años, cuando fue construido. Aparte de la antigüedad y belleza arquitectónica del monasterio en sí, el mismo alberga obras de arte de un valor incalculable; entre ellas se cuentan mosaicos árabes, iconos griegos y rusos, óleos europeos y numerosos objetos religiosos. Además, el monasterio es famoso por poseer una de las colecciones de manuscritos iluminados más grandes del mundo, superada solo por la del Vaticano. Cabe destacar entre las obras de arte el extraordinario Pantocrátor del siglo VI.

“Este icono fue hecho antes del periodo iconoclasta. Es uno de los más importantes descubrimientos de nuestro tiempo en el campo de la antigua pintura icónica”. Su técnica es la de la encáustica, es decir, los pigmentos de colores mezclados en cera derretida.

Ya para concluir me quedo con la meditación del P. Agustín José Spezza: “La figura de Cristo está aquí representada frontalmente. Su mirada solemne se dirige hacia la lejanía, como si no se detuviera en ningún punto determinado. Su rostro está resplandeciente de luz, de un cálido color pálido como el del marfil. La capa púrpura subraya la dignidad imperial”.

“Las dos mitades de su rostro están diferenciadas: Su mejilla izquierda (derecha para nosotros) más decididamente hundida, (mostrándonos los golpes recibidos en la Pasión, como lo manifiesta el Santo Sudario de Turín). La punta de los bigotes (que están) dirigidos hacia abajo indica, como ha sido dicho, el aspecto natural, el más humano; mientras que la calma y la sublimidad (en el lado derecho) expresan el aspecto divino”.

“Así de este modo es representada, al parecer de algunos, el dogma de la doble naturaleza, humana y divina de Cristo. Este icono del Sinaí  no ha sido jamás superado por ningún maestro en lo sucesivo, especialmente por su fuerza expresiva. La mirada de calma que el autor le ha dado a los ojos, a la boca levemente cerrada, al aspecto majestuoso con el cual hace resaltar el rostro mediante la cabellera oscura y la aureola dorada”.

“El rostro de Pantocrator del Sinaí, es un rostro que llena toda nuestra existencia de esperanza teológica, de una esperanza del cielo”.

 

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