Reflexión sobre la carta a los Filipenses (Segunda Parte)

Deyanira Trinidad Álvarez Villajuana

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Vivir en el espíritu, significa vida en abundancia que se deriva de la vida eterna que nos da la fe en Jesús y el haber nacido de nuevo. 

Por misericordia y para cumplir un determinado propósito, que paso a paso se va develando, Dios nos tiene aún aquí en esta tierra, siendo la tarea principal, el objetivo de cumplir la gran comisión, de diversas formas, pero de manera principal: predicando con el ejemplo. Si no hay amor, se es como címbalo que retiñe y metal que resuena, la integridad marca la diferencia. 

Debemos compartir el evangelio de Jesucristo con acciones de amor concretas, como es digno, estando firmes en la palabra de Dios, y dando buen testimonio, en primer lugar, en nuestra casa, con nuestra familia, y de ahí, a la comunidad. 

Que no nos intimiden los opositores, los que odian a nuestro amado pues no lo conocen, los detractores de la fe, pues para ellos, justamente, la luz del evangelio es indicio de perdición, más para los que también son nacidos de nuevo, es prueba de salvación, y esto, es de Dios. 

Nos ha sido concedido, no sólo que creamos en Jesús, sino que también padezcamos por él, teniendo el mismo conflicto que en su tiempo tuvo Pablo, el cual se repite, pues la lucha no es contra sangre ni carne…

Es fundamental, que prosigamos a la meta, gozándonos en el Señor, guardándonos de la gente malvada, maliciosa, que, utilizando argumentos religiosos rígidos, sacando versos fuera de contexto para su pretexto, quieren quitar o minimizar el inmenso poder que tiene vivir libre en Cristo Jesús, con la obra del Espíritu Santo, en nuestras vidas. 

Si nos humillamos, si caminamos en humildad, considerando a los demás como superiores a uno mismo, no mirando sólo por el propio beneficio, sino también por el de los demás, Dios a su debido tiempo, exaltará a Jesús en nosotros, no a nuestro ego, sino a quien habita en nuestro interior, siendo el primero al que no le interesa ser exaltado. 

Para finalizar, es valioso entender que debemos vivir con gozo en el corazón siempre, estando firmes en el Señor, siendo nuestra gentileza conocida por todos, sin estar afanosos, sino presentando nuestras peticiones, con toda oración y súplica, junto con algo que no puede faltar jamás: la acción de gracias, pues Dios es bueno, y todo lo que hace, es perfecto, lo entendamos o no. 

Llegado su tiempo, veremos el para qué o propósito de todo lo acontecido y diremos: ¡Gloria a Dios!, pero no tenemos por qué esperar a ver las cosas suceder, agradezcamos de antemano por fe a Dios, y veamos su mano poderosa actuar cada día de nuestra vida.