Revalorar la milpa, objetivo de joven productor

En el marco de una mesa panel que organizó el Centro de Investigación Científica de Yucatán (Cicy), jóvenes milperos compartieron su visión del campo en Yucatán, en momentos en los que por varios factores, entre ellos el cambio climático, cada vez es más difícil lograr la cosecha.

Una de las razones por las que no han dejado la milpa estos jóvenes, es por el hecho de que es la herencia cultural que padres y abuelos les dejaron, además de que les permite alimentarse de forma sana.

Al respecto el joven Edgar Miranda Gamboa, originario de Kantunil, destacó que durante la pandemia, muchos de los que trabajaban en hoteles del norte de Quintana Roo tuvieron que regresar a sus lugares de orígenes y fue gracias a la milpa y a los animales de traspatio, que lograron sobrevivir con sus familias.

Es por esta razón que Jesús Poot Yah, originario de Tixméhuac, dice convencido que la milpa es sagrada porque les da la vida al proveerles de alimentos como maíz, frijol y camote, que comparten con mucho gusto con sus amistades y vecinos, lo que también fortalece el valor de tener más identidad, al permitirles sentirse parte del pueblo. 

Y en esto coincidió Freddy Tamay, quien en Yaxcabá cuenta con un colectivo que trabaja en el rescate de la milpa, a la que consideran como una conexión con sus antepasados a través de la tierra, y una oportunidad para vivir en armonía con el medio ambiente.

De la tierra, además de obtener alimentos, también obtienen, medicina y muchos de ellos aprenden y, por ende, tienen la responsabilidad de transmitir ese conocimiento a las futuras generaciones, al igual que la parte espiritual que tiene que ver con ceremonias como la del Cha’a Cháak, con la que al inicio de las actividades se pide a las deidades mayas que no falten la lluvia y que la cosecha sea buena. 

No obstante, no todo es positivo, así lo recuerda Alejandro Chay, quien siendo un niño, su padre le encargó llevar a vender una carga de maíz a la única tienda que lo compra en su natal Dzitás, y donde el dueño le pagó solo 150 pesos sin tomar en cuenta todo el trabajo y esfuerzo que se hizo.

En este sentido, hay que mencionar que cada vez es más difícil obtener cosechas, porque cambia mucho el tiempo de sequía y de lluvias, por lo que a los hombres de campo solo les queda tener mucha paciencia y fe, ya que no hay la certeza para saber si la milpa  dará o no, además de que por la baja rentabilidad, en la actualidad lo que se obtiene de la milpa prácticamente es solo para la subsistencia de la familia.

Alejandro relató que de regreso a casa cuando le contó cómo le había ido y cuánto le dieron por su carga de maíz, su papá con lágrimas le dijo que por la poca remuneración que como campesino se tiene, no quería que siguiera sus pasos y que mejor estudiara.

Con muchos esfuerzos,  Alejandro, quien en la actualidad cursa estudios de agroecología, pero que en lugar de alejarse de la milpa, hace grandes esfuerzos para que en Dzitás, su municipio natal no se pierda, fundó un colectivo juvenil llamado Chuk Je’el, que se ha encargado de rescatar tradiciones como las del Cha’a Cháak, obteniendo el conocimiento de las personas mayores, lo cual también ha ayudado a incluir a esta actividad a las mujeres, algo que antes no ocurría.

Preservación

Las actividades realizadas por Alejandro quedaron plasmadas en el documental “Petricor”, que se exhibió hace un año en el Centro Cultural Olimpo y más reciente en el Cicy, donde compartió algunas vivencias en torno a la milpa, y a su familia, a través de las que nos permite conocer su visión respecto al presente y futuro de esta actividad en decadencia.

La actividad de este joven, también incluye el apoyo a los campesinos de su pueblo para traer sus productos a Mérida y venderlos en mercados especializados, y luego regresar para entregarles su dinero.

De hecho, en el marco del Día Nacional del Maíz, evento que se llevó a cabo en las instalaciones del jardín botánico Roger Orellana del Cicy, se organizó una venta de productos agrícolas como semillas de maíz,  atole, tamalitos, pepinos, calabazas, sandías y flores, que integrantes de diversos colectivos como el de los Guardianes de las Semillas, y los de Chuk Je’el, trajeron para ofrecer directamente al público que se haya apersonado al Centro.

datos a destacar

– Alejandro Chay, originario de Dzitás, apoya a los campesinos de su pueblo para traer sus productos a Mérida y venderlos en mercados especializados, para luego regresar y entregarles el dinero de su venta.

– En el marco del Día Nacional del Maíz se llevó a cabo un evento en las instalaciones del jardín botánico Roger Orellana del Cicy, donde se organizó una venta de productos agrícolas como semillas de maíz,  atole, tamalitos, pepinos, calabazas, sandías y flores.

Texto y fotos: Manuel Pool