SEGUNDA PLANA – PUNTO MEDIO

CUANDO EN UNA actividad económica no hay competencia, quienes salen perdiendo son primero los clientes o usuarios, y luego quienes ofrecen los bienes o servicios, es decir, los empresarios. Ha sido el caso del Frente Único de Trabajadores del Volante (FUTV), que fue casi barrido del mercado con la aparición de la plataforma digital Uber. El FUTV cavó lo que podría ser su tumba, pues durante décadas presto el servicio como le dio la gana. Los sindicatos cuyo nombre incluye la palabra “único” nunca debieron existir, pues con esa palabreja se arrogan la propiedad de la plaza o el mercado, sin dejar ni siquiera un rinconcito para una competencia que beneficie a los usuarios. Y hay que recordar que esa abusiva posición sindicalista de ponerse como los únicos en una actividad, sometiendo con ello a los clientes, solamente ha sido posible gracias a la protección y contubernio de autoridades cuyo verdadero trabajo debería ser defender a los consumidores o usuarios, no a los abusivos prestadores de un servicio.

LAS REFLEXIONES acerca de lo negativo que ha resultado la gran mayoría de los sindicatos mexicanos vienen solas tras leer que uno de los más preclaros símbolos del sindicalismo nocivo, el senador Carlos Romero Deschamps, acaba de ser reelecto como líder máximo del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, sin que uno solo de los miles de agremiados haya tomado parte en la decisión, que asumieron los líderes de las 36 secciones que forman el STPRM. El polémico dirigente ha sido (sin hacer campaña nunca) dos veces senador y tres veces diputado federal, y ha salido ileso de todos los escándalos que propicia su elevado nivel de vida. Cuando Romero termine el período para el que acaba de ser reelecto habrá acumulado 31 años al frente del sindicato de una de las empresas más saqueadas para financiar gobiernos o campañas partidistas. A millones de mexicanos nos gustaría ver que algún legislador impulse una iniciativa para que nadie, en ningún rubro, pueda eternizarse en una dirigencia sindical. Desmantelar el pésimo sindicalismo “único” debería ser uno de los grandes pendientes que tendría que atender nuestro país.

 

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