VERBOS PARA EL LABERINTO

Querido millennial (primera parte)

Por Alejandro Fitzmaurice

Para bien o para mal, tu generación está en boca de todos. Por una parte, pueden decirse todas las cosas buenas que saben hacer: encontrar lo que sea a través de Google, explicarnos el uso de cualquier aplicación y hasta provocarnos una carcajada con los geniales memes y gif animados que comparten.

Me quedo corto, ¡claro!, pero esto no es sólo una percepción mía: hay textos académicos que se desbordan en elogios hacia ustedes –hacia ti– por su preocupación social, por su autenticidad, por sus histéricas ganas de ser felices. Les llaman la “generación perfecta”.

Pero en la universidad donde yo trabajo basta un ratito entre colegas para que arrecien nuestras extrañezas, malhumores y nostalgias. Como toda lluvia, siempre se pasan porque –es necesario aclararlo– no conozco a uno solo que no posea la certeza de que la vida también empieza en un salón de clases.

Por ello, creo que no exagero si escribo que hay insomnios de los que ustedes son autores. Está mal decirlo, pero sé que no soy el único que se ha despertado alguna madrugada para dar vueltas en la cama intentando descifrar el acertijo de cómo hacerle la lucha al Facebook.

Por fortuna, empezamos a no estar tan perdidos. Sí, aunque no lo creas, estamos agarrando la onda: ya entendimos que internet es el camino, que quitarles el celular no tiene sentido alguno y que las redes sociales son una extensión de sus vidas, de tu vida. Al menos en el aula, hay que trabajar con ellos, no a pesar de ellos.

No obstante, vale la pena que no se traguen la idea de que todo lo anterior a internet puede mejorarse o de plano debe desaparecer. Ejemplos de esto hay muchos, pero el primero que se me viene a la cabeza es la ortografía y la redacción, las cuales debieran ser como el honor.

Por supuesto, todos cometemos horrores, pero entiende que tu expresión escrita es reflejo de tu pensamiento. Así, si te declaras incompetente con los acentos o sientes que el sujeto y el predicado no son lo tuyo, ten la sinceridad para pedirle ayuda a algún ruquito que conozcas y descubrir lo apasionante que puede ser expresarse con claridad (como te imaginarás, dudo que pueda ayudarte, pero igual hago el intento).

A lo mejor piensas que un viejo es el que escribe, pero nací en el ochenta, así que prácticamente tenemos las mismas filias y fobias. Soy un millennial pues. No obstante, por algún misterio que no comprendo, creo con firmeza que otras manías del siglo XX, de las cuales hablaré la próxima semana, siguen siendo mucho más importantes que la más rápida conexión a internet.

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