Broma, chiste de muchachos…

Por Miguel II Hernández Madero

Los modelos de conducta son el reflejo de la sociedad; cuando la violencia o la amenaza de violencia se “normaliza” a tal grado de tomarlo a broma, sea contra personas o animales, es simplemente el resultado de cómo han sido formados los individuos; no es algo surgido de la noche a la mañana, sino que es producto de la educación, ejemplos y de lo “moralmente aceptable y correcto”.

Mérida ha sido escenario de marchas con daños a inmuebles y monumentos, situaciones que no se daban tan frecuentemente en la ciudad. Decir que NUNCA había ocurrido, sería hablar con falsedad. Recordemos cuando en el sexenio de Carlos Loret de Mola hubo saqueos en el primer cuadro de la ciudad y tuvo que intervenir el Ejército, o una década después, cuando con Graciliano Alpuche Pinzón, las movilizaciones campesinas eran lideradas por Primo Reyes.

En la siguiente década, en el interinato de Dulce María Sauri, se documentó y cubrió ampliamente cuando hubo un zafarrancho al ser dispersada con gases lacrimógenos una manifestación de campesinos liderados por Severino Salazar.

¿Podemos recordar la toma de los palacios municipales de Sucilá y Panabá, el saqueo en Valladolid o la toma del Congreso del Estado, en la LI Legislatura, cuando incluso tiraron la bandera monumental? Pero todos estos incidentes de la historia reciente de Yucatán fueron motivados por las pasiones políticas.

Este lunes, apenas ayer, los comentarios vía WhatsApp de un estudiante de la Facultad de Matemáticas de la Universidad Autónoma de Yucatán, causaron la alarma y movilización de las fuerzas policiacas. La “broma” fue que dijo tener armas y pertrechos para realizar un tiroteo, matanza, y después suicidarse. Mucha gente ha salido en su defensa diciendo que se trata de una persona que necesita atención y no debe ser expulsado de la escuela, en tanto que otros piden sea sancionado.

Normalizar y justificar ese tipo de bromas porque “es un juego, no pasó nada”, en sí es un llamado de alerta, porque nos indica hasta dónde hemos llegado como sociedad. Justificarlo como “un juego”, nos revela que la llamada Ingeniería Social (de la que pocos quieren hablar), ha estado formando generaciones que actúan como si no tuviera consecuencias.

Esa broma, más que condenarlo y pedir el linchamiento público del autor, debe prender los focos rojos para que no haya algún otro chico juguetón y ocurra una tragedia; entonces se acusaría a las autoridades por no haber hecho nada a tiempo, por no evitarlo y por dejar que las cosas pasen, como si fuera un juego o una película.

Estamos a tiempo de rescatar nuestra sociedad.

Hasta la próxima…

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