Bronco kamikaze

EL triángulo de odios electorales entre Jaime “El Bronco” Rodríguez, el INE y el Trife pasa por cuestionamientos tan simples, pero al mismo tiempo tan absurdos e ilógicos, que no tienen respuesta.
¿Quién en su sano juicio le autoriza a un presunto delincuente electoral, sin moral política alguna, a manchar la boleta de la contienda presidencial 2018?

¿De qué tamaño son los miedos, para arriesgarlo todo, aún la credibilidad de los árbitros electorales, en aras de devolverle el antifaz al Llanero Solitario “independiente”?

Las preguntas pueden tener una de dos respuestas. Una que apunta a una estrategia en una específica dirección y otra que revela una agria disputa en la cúspide del poder.

La estrategia específica es la de hacer de El Bronco un kamikaze electoral. Que lo sacrifique todo para detener a “ya saben quien”.

Bajo esta premisa, El Bronco candidato ya está incluido en el primer debate del 22 de abril, a donde acudirá tapizando su cuerpo de dinamita informativa –como solían hacerlo los kamikazes– para hacerla estallar en el rostro de Andrés Manuel López Obrador.

Quienes lo planearon así no quieren que ni Meade, ni Anaya, ni Margarita pierdan estilo debatiendo con el candidato de Morena. Que otro se ensucie las manos.

El Bronco irá al primer debate dotado de suficientes y poderosas municiones para descalificar a López Obrador y si se puede, con su tozudez y bravuconería, sacarlo de sus casillas.

Buscará irritarlo hasta el enojo, para evidencia que tiene la mecha muy corta, que sí es un peligro para México. ¿Caerá el de Morena en el juego?

Ya lo evidenció el mismo Bronco en su primera declaración como candidato al referirse a López Obrador: “¡Voy por él!”.

La segunda estrategia es más compleja. Se finca en la obstinación de algunos de aniquilar a Ricardo Anaya para sacarlo de la boleta, esperando que ese 26 por ciento de simpatías se vaya a apoyar al priista no-priista José Antonio Meade.

El problema está en que allá en las alturas del poder, donde se decide lo que sí y lo que no, existe una fractura.

El bloque que se opone a “matar” a Anaya dice que es ingenuo pensar que si desaparece de la boleta todas sus simpatías serán para Meade.

Dicen que la mitad de los votos de Anaya, en efecto, son de panistas ultra conservadores o perredistas resentidos, que jamás apoyarían a López Obrador.

Pero la otra mitad de los llamados anayistas, son anti-priistas que bajo ninguna circunstancia apoyarían a Meade, por lo que el único voto antisistema disponible es a favor de López Obrador
Así que ante la posibilidad, por remota que sea, de descarrilar al candidato de Por México al Frente, alguien está tejiendo con El Bronco una opción para que los priistas y perredistas anti-priistas tengan una opción alternativa, independiente a Morena.

Así, si el 26 por ciento de Anaya se divide en 13 puntos para los anti-AMLO y 13 por ciento para los anti-Meade, El Bronco pueda recibir un poco de ambos, amparado su falsa careta de “independiente”.

Cualquier cosa sería mejor, antes que dejarle a López Obrador esos 13 puntos, que con el 42 que muestran las encuestas, lo elevarían a un 55 por ciento de las preferencias.

Por eso hay que analizar con mirada díscola la controvertida resurrección de El Bronco.

Sea como kamikaze o como pararrayos de los votos anti-sistema, la operación política que ya se llevó de encuentro al Trife le traerá a la contienda presidencial 2018 desenlaces inesperados.

Por Ramón Alberto Garza

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