Carlos Martín invita a un ameno Viaje al centro de las letras

Al presentar su libro, el autor narra que es jaranero y danzonero, y que fue la estrella de los festivales escolares, por lo que su papá, temeroso de no tener nietos, lo mete a un equipo de fútbol

El Escritor Carlos Martín Briceño nos invita a realizar un ameno “Viaje al centro de las letras”, su nueva obra en la que comparte sus experiencias y aprendizajes en torno a la literatura, con anécdotas y relatos que permiten al lector conocerlo mejor, inclusive desde chiquillo, cuando acompañado de su hermano acudía a un puesto de revistas para adquirir sus ejemplares de Tarzán, Supermán, Chanoc y Porky, pero también relata la manera en la que su gusto y facilidad por el baile lo llevaron inclusive a subir al escenario de conocido centro botanero, donde una experiencia asfixiante con “Suleyka” una mulata cubana lo llevó a descubrir que su vida dependía de su vocación por la literatura.

Fue en el segundo nivel del Palacio de la Música, donde anteanoche del miércoles se congregaron personalidades del mundo de las letras y las artes, además de familiares y amigos del ganador de varios premios nacionales de cuento, entre los que sobresalen el Beatriz Espejo, en 2003, y el de la Universidad Autónoma de Yucatán, en 2004, que disfrutaron de la amena velada que comenzó con los comentarios que a este trabajo realizó el joven escritor Ricardo Guerra, en el que destacó que la maestría con la que Martín Briceño abordó dramas profundos y espinosos de su vida y como la literatura lo salvó del vacío intelectual.

Y antes de la intervención de Martín Briceño, tomó la palabra el escritor Will Rodríguez, quien explicó que independientemente de la variedad de géneros literarios que contiene “Viaje al Centro de las letras”, incluyendo ensayo, crónica mezclada con remembranzas y hasta discursos, la obra da cuenta acerca de la manera en la que su autor es fuera del ambiente literario, abordando inclusive las faenas que pasa para educar a sus hijos que prefieren los videojuegos a la lectura.

Es un libro que está mal que yo lo diga, pero que van a disfrutar, porque es simpático, disfrutable, rápido y nostálgico, en donde Mérida está alrededor de todo, dijo Marín Briceño, quien al dar lectura al capítulo “Breve repaso de lo bailado”, rompió con la solemnidad del acto y generó las risas de los asistentes a quienes se “echó a la bolsa” con el relato en el que con lujo de detalles cuenta que aun siendo bebé sentía cosquillas en los pies al escuchar las notas del cha-cha-chá y lo mismo ocurría cuando su nana escuchaba en su radio traído de Chetumal sus cumbias.

Por mi precocidad magistral de Fred Astaire, en el Colegio Americano, siempre era el personaje principal en las verbenas y fiestas de primavera, fin de cursos, festivales navideños, donde bailaba desde jaranas, zapateados, mazurcas y hasta el kasachó, por lo que mi padre temiendo que acabara perdiéndome o perdido en un cuerpo de ballet me metió a un equipo de futbol donde aprendí a amar a Dios en tierra ajena —recordó el maestro, quien de manera jocosa contó la manera en que en un festival escolar, con un disfraz de sapo, se convirtió en el príncipe del baile a ritmo del mambo numero 5.

Su gusto por la Cerveza León Negra, y sus visitas a la Negrita, son parte de las andanzas de Carlos Martín por varias cantinas de la capital yucateca, que reconoce han cambiado radicalmente en tan solo ocho años, ya que antes eran solo para hombres y con trío, y en uno de los relatos teniendo como compañero y catalizador de cuentos al alcohol, rinde homenaje a sus amigos Roberto Azcorra y al desaparecido maestro Rafael Ramírez Heredia, quien fue parte importante en su vida literaria, y con quienes llegó a la conclusión de que la vida es demasiado corta como para tomársela en serio. El libro cuenta con un tiraje de mil ejemplares y puede adquirirse en la librería de la Sedeculta a un precio de 200 pesos.

Texto y fotos: Manuel Pool Moguel

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