Deporte de baja intensidad mejora la visión

Visión y deporte siempre han estado muy relacionados. Los adictos al tenis, por ejemplo, bien sabrán que para devolver el saque al contrincante deben tener muy buena vista, pues la pelota puede llegar a los 200km/h de velocidad. Sin embargo, lo que ha descubierto recientemente un equipo de investigadores de la universidad de California, en Sana Bárbara (EE.UU.), es que el ejercicio, concretamente el de baja intensidad, como caminar, puede beneficiar nuestra salud visual.

El trabajo, que ha sido publicado en el Journal of Cognitive Neuroscience, demuestra que la actividad física de baja intensidad estimula las células cerebrales responsables de procesar la información visual. Una conclusión a las que han llegado tras analizar a 18 participantes, a los que se les midió la frecuencia cardiaca y la frecuencia eléctrica del cerebro mientras realizaban ejercicios visuales al mismo tiempo que practicaban ciclismo en una bicicleta estática. Este ejercicio fue repetido a intensidad baja, alta y en reposo.

Los resultados confirmaron lo que ya se había demostrado en ratones y en moscas; es decir, que la actividad de baja intensidad, al igual que sucedía con estos animales, también ayudaba a activar la corteza visual del cerebro humano, la zona encargada de informar al cerebro sobre lo que ven nuestros ojos, es decir, la responsable de la visión. Algo que, sin embargo, no sucedía cuando los voluntarios aumentaban la intensidad de sus ejercicios.

“Observamos que la respuesta neuronal era mejor cuando los participantes estaban realizando el ejercicio de baja intensidad que cuando estaban en reposo o hacían la actividad a alta intensidad”, afirma Tom Bullock, autor principal del estudio.

Los investigadores reconocen, sin embargo, que aún no conocen las razones por las que se produce esta activación de la corteza visual del cerebro cuando la persona realiza ejercicio de baja intensidad. Lo que suponen es que algunos neurotransmisores específicos son los que aumentan la excitabilidad cortical global.

Debemos medirnos el pulso. Si no disponemos de ningún pulsímetro, también podemos hacerlo poniendo dos dedos (índice y corazón) en la muñeca o en el cuello, por ejemplo. La frecuencia cardiaca, es decir, las pulsaciones, no deben ir muy rápido, y como mucho debemos alcanzar el 40% de nuestra frecuencia cardiaca máxima para considerar que se trata de un ejercicio de baja intensidad.

Otra forma más sencilla de saber si la actividad que estamos practicando es de intensidad baja es probando si podemos hablar mientras realizamos el ejercicio, y en caso afirmativo, significará que, efectivamente, es suave. Algunas actividades de baja intensidad fáciles de llevar a cabo para la mayoría de las personas son pasear suavemente a pie o en bicicleta, nadar relajadamente, hacer una rutina de estiramientos, o participar en una clase de yoga o de Pilates.– Agencias

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