Falsos profetas

En el evangelio de Marcos se puede leer que Jesucristo fue despreciado en su propia tierra, de ahí viene la frase “nadie es profeta en su tierra”, y Él afirmaba lo siguiente: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.” Si al Profeta de profetas fue rechazado en su propia casa por prejuicios, luego entonces, que fácil podemos confundir a los auténticos profetas de los falsos, con qué facilidad podemos caer en las garras de charlatanes.

Un falso profeta es una persona con demasiado ego, inteligencia y conocimiento, su “perfección” es sinónimo de “locura espiritual”; cuando alguien tiene respuestas a todas las preguntas, demuestra que no está en un sano camino, que usa la religión en beneficio propio, al servicio de sus elucubraciones psicológicas y mentales.

Cuantas veces nos topamos con falsos profetas que manifiestan una espiritualidad, y sin embargo están lejos de la verdadera “santidad”.

Este tipo de profetas realizan una falsificación de la santidad, por lo general suelen ser los nuevos “gnósticos”, su espiritualidad “es una fe encerrada en el subjetivismo, donde solo interesa una determinada experiencia o una serie de razonamientos y conocimientos que supuestamente reconfortan e iluminan, pero en definitiva el sujeto queda clausurado en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos”, como afirma el Papa Francisco.

Los falsos profetas son una enciclopedia andante, que acumulan un grado de conocimientos, pero esto no los hace perfectos, predican lo que afirmaba Platón que la ignorancia es el peor de todos los males. Personas que piensan que son privilegiadas por tener una serie de conocimientos que los lleva a “profundizar” doctrinas propias de los iluminados.

Su “sabiduría” es una superficialidad vanidosa: mucho movimiento en la superficie de la mente, pero no se mueve ni se conmueve la profundidad del pensamiento. Sin embargo, logran subyugar a algunos con una fascinación engañosa, y pueden asumir el aspecto de una cierta armonía o de un orden que lo abarca todo.

En mi adolescencia conocí a varios falsos profetas, que tenían la respuesta a todo, deslumbran a la mente débil, se consideran los únicos poseedores de la verdad, son lavadores de cerebros, con el tiempo he aprendido a discernir de los falsos a los verdaderos profetas.

Los profetas están animados por el Espíritu de Dios. Marcan diferencias, nos sacan de lo habitual y nos hacen intuir formas nuevas de vivir, más humanas, más fraternas, más libres, más justas. En ellos reside la gracia de Cristo, la gracia de Dios. Ciertamente tienen sus debilidades. No son santos, han aprendido a vivir con sus imperfecciones y a gloriarse en Cristo y no en sí mismos.

 

 

 

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.