Por Carol Santana
Conocí a Jessica hace más de 10 años en la prepa. Yo era emo y ella era fresa. A pesar de todo, acabamos siendo amigas porque nuestro amor por las revistas nos acabó uniendo como amigas y socias.
Jessica es una de las mujeres más fuertes e increíbles que conozco. Y una de las más divertidas. Incluso cuando ambas le huímos a estar conectadas todo el tiempo, siempre estamos ahí para escucharnos y apapacharnos.
Aún cuando tardamos años en responder mensajes, sé que Jess siempre lee los míos, y ella sabe que es la única persona a la que no tengo en silencio.
Mi vida está rodeada de mujeres maravillosas. De Andreas, Jessicas, Valerias y Julias. Nombres que cada semana veo aparecer en mi timeline con diferentes caras y edades.
Algunas son madres, otras son más chicas que yo. Algunas son maestras, doctoras, amas de casa o tienen un excelente gusto por el maquillaje o una pasión secreta que estaban pensando desarrollar.
No puedo imaginar lo que es despertar y no saber dónde está tu amiga. Vivir con la angustia de no saber qué fue de ella. De rogar porque esté bien y aparezca pronto.
No puedo imaginar la audacia de algunas personas de creer que mi amiga, se iría sin avisar. A su mamá o a mí. Porque no, no lo haría.
Jessica González tenía 21 años cuando fue asesinada. Diego Melgoza —el presunto responsable— se ha dado a la fuga luego de que intentara borrar la evidencia. Su papá, mamá y pareja sentimental, Hanna Suárez, han sido acusados de ser sus cómplices.
Jessica González era maestra. Asistía a marchas y concentraciones para exigir justicia por otras desaparecidas. Tenía sueños, aspiraciones, familia y amigas. Gente que tiene que lidiar con su pérdida, la impunidad y la burla de los insensibles en las redes sociales que se atreven a pensar que cuando desaparecemos lo hacemos a propósito.
¿Qué pasaría si el día de mañana mi Jessica desaparece? ¿Qué pasaría si las Andreas, Verónicas y Julias de mi vida se las llevan?
Morirse es poco. Aunque ni tendría tiempo. Estaría lidiando con la angustia mientras trato de buscar a mi amiga, a mi hermana, a mi prima o a mi mamá por todos lados. Y me moriría de rabia al ver cómo se atreven a reducir a mi amiga a un meme, a una burla, a un comunicado vacío para calmar las aguas.
Solía creer que exageraban cuando nos llamaban locas pero ahora lo entiendo. Estamos locas. Nadie puede estar cuerda al vivir con tanta violencia e indiferencia cuando asesinan a tu amiga, hermana, mamá o hija en México.