La Semana Mayor a través del tiempo en Mérida

La desaparición de rituales con ceremoniales solemnes en latín, la misa del Santo Crisma que se realizaba después del lavatorio de pies el Jueves Santo y que hoy se oficia un día antes, además de la desaparición de la marcha del Santo Entierro, son algunos de los cambios que ha experimentado la celebración de la Semana Santa en Mérida en las últimas cinco o seis décadas.

Los cronistas de la ciudad Jorge Álvarez Rendón y Gonzalo Navarrete Muñoz abordaron el tema para Punto Medio, y rememoraron cómo el respeto por las cosas sagradas era tal que hasta en los cines se suspendían las funciones a partir del Miércoles Santo, principalmente porque la gente no acudía y no era rentable.

–La programación, primero de la radio, y luego de la televisión, estaban dedicadas a la transmisión de las Siete Palabras, a programas especiales relacionados con la Pasión de Cristo, como la radionovela El Mártir del Calvario en la que participaba Enrique Rambal– recordó el maestro Álvarez Rendón, quien destacó que hace 65 años, cuando era un niño, la Semana Santa tenía un carácter fúnebre, se llevaba el luto y desde el lunes había liturgia en las iglesias y oración en las casas, donde los miércoles y viernes se respetaba el ayuno y la abstinencia.

-En Catedral el Viernes Santo escuchábamos el sermón de las Siete Palabras que, desde aquel púlpito precioso con escaleras de caracol, pronunciaba el Padre Arias Luján, mientras que en el presbiterio habían tres cruces, la de Jesús y los ladrones. A sus espaldas se colocaba una cortina morada y detrás estaban los acólitos, que para simular los ruidos de la tormenta que se registró después de la muerte del Nazareno, hacían rodar ocho bolas de cañón sobre unas mesas de madera, sacudían una láminas y le daban vueltas a unas enormes matracas, ya que por respeto no se podían tocar las campanas– dijo.

Acerca de la imagen de Jesús que se utilizaba, el maestro Álvarez rememoró que inclusive estaba articulada, de tal modo que al momento que representaba su muerte, con una vara metálica le movían la cabeza y esta caía, aparentando que había exhalado el último suspiro. Todo se ambientaba como el Calvario, y hasta hierbas se colocaban.

-Después, entre las tres y cuatro de la tarde– continúa– se realizaba la ceremonia del Santo Entierro, con las imágenes de la Dolorosa y San Juan. La gente acostumbraba comprar ramos de ruda para pasar por el catafalco, en un ambiente de recogimiento y duelo para finalizar con el sermón de pésame, y de allí las actividades se trasladaban hasta la noche del sábado con el Fuego Nuevo. Lo de la marcha del silenció comenzó a realizarse más adelante entre los años 70 y 80– subrayó.

En esos días, la gente tenía la creencia que viajar era algo que no debía de hacer especialmente el Viernes Santo, ya que se pensaba que, de hacerlo, algo malo le podía ocurrir. También no se consideraba conveniente meterse al mar o a los cenotes.

-Esta creencia inclusive aplicaba para el trabajo, como ocurría con un sastre, quien desde el jueves dedicaba su atención en participar en las actividades religiosas. En la actualidad, los jóvenes han abandonado estas prácticas de piedad, ya ni siquiera van a la iglesia– comentó Navarrete Muñoz, quien compartió que en su niñez fue acólito en la Iglesia de la Sagrada Familia.

Texto: Manuel Pool Moguel
Fotos: Cortesía

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