La Virgen de Guadalupe en el arte novohispano

Por Ángel Gutiérrez 

Las imágenes han desempeñando una función muy importante para el catolicismo; de hecho, con la celebración del Concilio de Trento en el siglo XVI, la Iglesia reafirmó la tradición de emplear las representaciones materiales de Cristo, la Virgen María y los santos en la liturgia y en las prácticas devocionales de los fieles. La decisión tridentina fue de trascendental importancia para el desarrollo del arte occidental ya que propició una fuerte demanda de imágenes sagradas y dio como resultado el surgimiento de las formas artísticas, exuberantes y esplendentes, del denominado estilo barroco.

En Nueva España, una vez superada la etapa inicial de conquista y evangelización, el barroco floreció profusamente y respondió a las necesidades de los novohispanos por afianzar sus creencias religiosas y al mismo tiempo definir sus identidades regionales. Por todas partes se edificaron templos dedicados a un sinfín de cristos prodigios y imágenes marianas milagrosas que, con frecuencia, fueron aclamadas como patronas de provincias, ciudades y villas. Un ejemplo paradigmático de este fenómeno es, sin duda, la devoción a la Virgen de Guadalupe.

El tema guadalupano fue uno de los más representados en la pintura novohispana. Cientos de copias de la célebre imagen fueron producidas por los pintores hasta conformar uno extenso y rico de repertorio iconográfico. Entre los artistas que realizaron las más hermosas imágenes de la Guadalupana destacó Miguel Cabrera (1695-1768), pintor mestizo, nacido en Antequera de Oaxaca, quien fue considerado como el “pintor oficial” de Guadalupe.

Al parecer, la devoción a la Virgen de Guadalupe llegó a Yucatán en la segunda mitad del siglo XVIII. Las pinturas coloniales de esta advocación que se conservan en Yucatán son escasas. Tres lienzos guadalupanos, de excelente calidad, pertenecen a los acervos artísticos de la Catedral de Mérida y del Seminario Conciliar de Yucatán; dos de ellos fueron pintados por Cabrera y, junto con los cuatro óleos del retablo principal de la iglesia de Tecoh, son las únicas obras del afamado pintor que existen en Yucatán. En la sacristía de la iglesia meridana de San Cristóbal se ubica otro lienzo guadalupano, quizá también colonial pero de inferior calidad que los antes referidos. Hace un par de años, en el ex convento de Izamal, tuve la oportunidad de conocer un hermoso cuadro de la Guadalupana, realizado al óleo sobre lámina, de mediano formato y buena factura, en el que la delicada imagen morena está circundada con una guirnalda de rosas en tonalidades pastel.

 

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