Lo que no están viendo quienes critican el Plan de Paz de AMLO

La diferencia entre el proyecto del próximo gobierno y las estrategias de las últimas dos gestiones es notable si se está dispuesto a tomar en cuenta las diferencias en el diagnóstico sobre la violencia

Durante los últimos días hemos escuchado a activistas que se agrupan en el movimiento #SeguridadSinGuerra —y comentaristas de noticias— insistir en que el Plan Nacional de Paz y Seguridad que presentó el gobierno entrante es una continuación del modelo de seguridad militarizada fallido de la administración de Calderón y Peña Nieto.

Incluso hay quienes, de forma más estridente, han planteado que este es un plan de guerra que asegura una catástrofe en derechos humanos. Sin embargo, los críticos ignoran intencionalmente los otros siete puntos del Plan de Paz. Para ellos, la única propuesta viable y aceptable es la que coincide con su visión de profesionalizar las policías, todo lo demás es una plan de militarización con esteroides (sic).

Así, el debate público se ha contaminado de un reduccionismo y estridentismo que no permite una discusión seria e informada de la propuesta de paz y seguridad. Sin duda, el plan propuesto tiene áreas de oportunidad en cada uno de los 8 puntos que pueden ser mejorados con una discusión técnica. En mi opinión, a la presentación del plan le ha faltado una mejor estrategia de comunicación que muestre que los ocho puntos ofrecen una solución integral al grave problema de la violencia e inseguridad que aqueja al país. Aquí hago un intento para ordenar la discusión.

La diferencia entre el plan del próximo gobierno y las estrategias de las últimas dos administraciones es notable si se está dispuesto a tomar en cuenta las diferencias en el diagnóstico sobre la violencia. Para Calderón y Peña Nieto, y muchos especialistas que ahora están preocupados por la militarización, la violencia es un problema de cumplimiento de la ley y de la falta de un sistema coercitivo de control del crimen. Este modelo de seguridad se sustenta en la idea hobbesiana de que el hombre es lobo del hombre y que para evitar ese estado de caos se requiere usar la fuerza coercitiva del Estado y el terror a la ley.

Por otra parte, López Obrador ha repetido desde la campaña presidencial que el modelo de seguridad ha fracasado porque no se han querido atender las causas estructurales y profundas de la violencia. Es decir, para el próximo presidente el origen de la violencia son estructuras económicas, políticas y sociales que han precarizado la vida de amplios sectores de la población. Estas estructuras han sido posible por el deterioro de los valores de servidores públicos y otros actores de la sociedad. Aquí se dan más detalles de este proceso.

A partir de este diagnóstico, el Plan de Paz y Seguridad no tiene como eje rector continuar la guerra ni la militarización, sino el respeto a la dignidad humana y el combate a la corrupción.

Por un lado, diversas investigaciones muestran que la violencia se alimenta de un entramado de corrupción que se sostiene de las economías criminales. Por otra parte, el plan pone en el centro el respeto de la dignidad humana de las víctimas, de los presos, de los criminales y de los jóvenes y otros grupos que tienen las economías criminales como única posibilidad de integración social.

Esta propuesta es esencial para desmantelar las estructuras e instituciones que precarizan la vida de la población y que instigan la violencia. Aunque no se incluye en el plan, en este esfuerzo se debe de tomar en cuenta los programas en la Secretaría de Bienestar y Sedatu para crear oportunidades junto con las comunidades y la recuperación del territorio con los proyectos estratégicos.

A decir de López Obrador, atender las causas de la violencia representa el 80% de su estrategia. El otro 20% de la estrategia depende de la formación de una Guardia Nacional. Esto es así, porque no toda la violencia puede contenerse con una transformación de la vida pública, además se requiere una fuerza suficientemente eficaz para disuadir y enfrentar a criminales que cuentan con una fuerte capacidad armamentista. Pero en este caso también se pone al centro la dignidad humana de los militares y miembros de dicha guardia con un novedoso programa de capacitación y un mejoramiento de sus condiciones laborales.

Cabe mencionar que el próximo comandante de las fuerzas armadas no ve en los militares una máquina de asesinos ni represores, aunque haya casos en la historia reciente que muestren los contrario. López Obrador ve en las fuerzas armadas una reserva moral de honor, disciplina y amor por México.

Por ello les confía la capacitación y mando de la Guardia Nacional. Sin embargo, aunque el presidente electo ha prometido que bajo su mando las fuerzas armadas no volverán a asesinar ni reprimir al pueblo, es importante crear instituciones que prevengan esta posibilidad bajo otro mando.

Con este diagnóstico, se da un giro a la estrategia de seguridad de los últimos años y se transita hacía una estrategia de construcción de paz, o lo que la ONU se refiere como el giro hacia la seguridad humana que tiene como raíz el respeto de la dignidad humana de todos y todas.

Quienes ven un plan de guerra en la propuesta del próximo gobierno ignoran intencionalmente las diferencias en el diagnóstico y los dos ejes centrales de la propuesta, o consideran que es pura demagogia. No sorprende este escepticismo e incluso cinismo, ya que la estrategia de prevención ha sido una simulación para no abordar las causas estructurales. Sin embargo, ni el cinismo ni el sensacionalismo son útiles para discutir soluciones que requieren el trabajo colectivo de todos los actores de la sociedad.

Texto: Luis Gabriel Rojas
Fotos: Cortesía

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