Otros arden también

Por Alejandro Fitzmaurice

Como antiguo profesor de historia del arte, puesto que hace rato no doy, no puedo ni remotamente estar de acuerdo con aquello de que “La única iglesia que ilumina es la que arde”, oración de la semana.

De hecho, reconozco que conocí a Kropotkin el mero día del incendio, justo cuando algunos, con no sé qué rabia, lo empezaron a postear como autómatas.

No obstante, para abrir la argumentación en torno a este punto, destacaría las enormes implicaciones estéticas y logros artísticos de una construcción como Notre Dame. En esa iglesia hay un pedazo de historia que no debe borrarse jamás.

Así, aunque entiendo que puede existir un rechazo válido hacia las imposiciones ideológicas o la actuación de esta institución, pienso que una hoguera que destruye rosetones, vitrales o agujas no puede celebrarse.

Por otra parte, lo que sí celebro son los cuestionamientos, estos sí más inteligentes, surgidos cuando trascendieron las enormes cantidades reunidas en favor de la reconstrucción de Nuestra Señora.

Por supuesto, deseo su reconstrucción, pero es también vergonzoso reconocer que la solidaridad aparece en las tragedias culturales, pero no en las cotidianas.

Al respecto, la frase que leí en las redes sociales, supuestamente autoría de Pedro Scher, lo expresa mejor: “Que se hayan juntado mil millones de euros para Notre Dame confirmó lo que ya sabíamos: la pobreza es una decisión política”.

Ahora se habla de Notre Dame, pero poco se dice de la pobreza extrema o del ecocidio global que nos tiene al borde del desastre. Ni siquiera tuvimos la vergüenza de postear algo en torno al incendio que consumió hectáreas de la selva campechana. El arte importa, pero importa más el género humano y la casa en la que vivimos.

Hechos como el anterior, refuerzan el exhorto del filósofo Slavoj Žižek en torno a la necesidad de repensar los cambios que necesita el mundo.

Este esloveno habla, por ejemplo, de un capitalismo que se ha aceptado como el único modelo económico válido, a pesar de la enorme desigualdad que sigue generando.

Si Žižek me permitiera aportar un granito de arena, diría que es la cooperación, en lugar de la competencia, y la solidaridad, en vez del individualismo, dos caminos posibles rumbo a la generación de un nuevo modelo económico que, sin embargo, no hallará nuevos caminos en sus propios preceptos.

Bajo esta mirada, habría que entender que nada tiene de malo reunir fondos para una catedral quemada, siempre y cuando, no se deje de ver que millones de seres vivos y más valiosos, desde hace muchos años, también están ardiendo.

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