Papagayos y cometas, una colorida tradición

Como cada año en esta época, previo a la llegada del Día de Muertos, Jesús Martín Pool Poot oferta sus famosas creaciones en el parque principal de la villa de Tixkokob

En días previos a la llegada de los “finados”, el ambiente se siente diferente, es más fresco y hay más aire, y es la mejor época del año para elevar los famosos papagayos y las cometas, que se diferencian unos de otros por la cola que los primeros no tienen y que hay que hacérselas con retazos de tela, mientras que los segundos, que tienen forma de un rombo, la traen integrada formada con papel de vistosos colores.

Como cada año, desde hace más de tres lustros, llegada esta época, Jesús Martín Pool Poot aparta una buena parte de su tiempo para elaborar estos juguetes tradicionales, en lo que pone una buena dosis de imaginación y esmero en cada detalle, desde la combinación de colores hasta la decoración con papel picado.

-Así me lo enseñó mi difunta madre, quien me decía cómo hacer que el papagayo me quedará más bonito, y cada vez que elaboro uno me imagino que está conmigo y que debe de quedar como a ella le gustaba– comentó este joven, mientras arma, con mucho cuidado, su venta en el enrejado del parque principal de Tixkokob, de tal manera que pareciera que se trata de un día de fiesta.

No tarda mucho y se acerca el primer cliente del día, un chiquillo que llega impulsándose sobre un “patín del diablo”, se detiene y busca en sus bolsillos una moneda para llevarse uno de estos papagayos que apenas tiene un precio de 15 pesos.

Jesús comentó que es buscado por decenas de chiquillos, quienes con diez pesos o hasta 20 pesos, dependiendo del tamaño, adquieren sus hermosas piezas, que después se ven surcar los aires en los campos deportivos de esta villa ubicada a solo 20 minutos de la capital yucateca.

-Por ellos no dejo de venir a vender cada año, comencé esto como una manera de entretener y de estar junto a mi sobrino, y me gustaba hacerle uno, y otro, y otro más, de combinaciones de colores y formas diferentes, la idea era que pasáramos el mayor tiempo posible elevándolos en el campo, y así lo hacíamos– recordó el buen Jesús, mientras que su pequeño cliente duda respecto del modelo del papagayo que se llevará.

-Me gusta este, pero este también– comentó el chiquillo, mientras que nuestro entrevistado hizo un viaje por el tiempo para recordar que cada vez que “subía” sus creaciones, no faltaba quien se acercara a pedirle que se lo vendiera.

-Llegó un amigo, que se dio cuenta que esto nos podía dejar unos centavos, y me pidió que le diera unos para que los trajera a vender al parque y yo me quedaba en la casa a hacer más, pero no es tan fácil todo el proceso, porque hay que salir al monte a buscar las varitas, pelarlas, hacer el cuadro, armar el cuadro, pegarles el papel, ahora me da un poco de trabajo, porque los años no pasan en balde y ya me duele la espalda de estar mucho tiempo inclinado mientras los hago– comentó.

En la actualidad, Jesús Martín ya es tan conocido que hasta a su casa acuden los pequeños y los no tanto a comprarle.

-Es tradición que cada año yo haga (los papagayos), los niños de antes ya quedaron grandes, y ahora son sus hijos los que me van a comprar. Sigue la tradición con su descendencia, y también yo espero que mi sobrino, los siga haciendo cuando ya no pueda o no esté por mi trabajo. Él ya sabe– dijo refiriéndose al chiquillo que lo acompaña, y quien orgulloso dije: “es mi tío, pero le digo papá”.

Por último, el entrevistado, nos invitó a visitarlo en su casa, y adelantó que el equipo de Punto Medio quedará impactado de ver todas las piezas llenas de papagayos y cometas.

Texto y fotos: Manuel Pool Moguel

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