¿Qué valoran los Óscares?

 

La semana pasada, los Premios de la Academia celebraron su nonagésima edición. Guillermo Del Toro se llevó dos estatuillas y su película otras dos, una película de horror ganó mejor guion y Frances McDormand dio el discurso de aceptación más relevante de la década. De poco en poco, los Óscares se están alejando de los cánones de Hollywood. O tal vez sigue pegadito y son los cánones los que están cambiando.

Ya está algo cansado el debate de si los Óscares premian lo mejor de lo mejor y si las ganadoras son realmente la mayor excelencia que el séptimo arte entregó en todo el año. No lo son, pero ese no es el punto.

Los Premios de la Academia tienen dos funciones: uno, son un espectáculo mediático no muy diferente al Superbowl o Miss Universo, donde no importa tanto quién gana, sino la fiesta que se arma (en los ratings y bolsillos de los patrocinadores); y dos, son una muy métrica de lo que Hollywood valora de sí mismo. Esa última tiene mejor chance de análisis. ¿Qué considera artísticamente valioso la industria cultural más grande occidente?

A Hollywood le encanta celebrarse a sí mismo. Lo evidencian la ceremonia y los ceremoniados. La intertexualidad es una rica herramienta para contar historias, pero para los Óscares es la vaca dorada. El año pasado fue La La Land. Este año fue La Forma del Agua. Anclarse en el cánon del cine clásico fue clave para que la Academia se tome en serio una película de fantasía cuasi horror sobre un romance interespecie con telón de Guerra Fría.

La Academia valora la animación, que ni es un género ni es para niños, como un género para niños. El medio es profundo en las historias que ha contado, pero en la ceremonia domina Pixar y Disney. Hasta los ganadores inusuales –El Viaje de Chihiro, hace una década y media– existen en la esfera de lo family-friendly. La fórmula para los nominados ya es intuitiva: lo que haya sacado el ratón + las usuales animaciones baratas para críos + alguna japonesa + una “artística” = La gran D se lleva la estatuilla. Coco es una gran película y Loving Vincent a mi parecer depende mucho de su forma, pero el triunfo de una sobre la otra repite el modelo.

Los Óscares valoran a las mujeres un poquito más que antes. Greta Gerwig es la quinta mujer en ser nominada a Mejor Dirección, por Lady Bird. Rachel Morrison es la primera en salir en la boleta de Mejor Cinematografía en 90 años. Son pasos adelante, pero es un poco difícil aplaudirle a la Academia por poner su granito de arena cuando son dueños de toda la playa.

Get Out, la película de horror más densa en discurso racial, se llenó de nominaciones y le ganó un Mejor Guión Original a Jordan Peele, su novato director-escritor. No parece la gran cosa, pero poquísimas películas de horror tienen suerte en los Óscares: antes de esta entrega, las que habían sido nominadas a Mejor Película se podían contar en una mano.

Hablando de Gerwig y Peele: parece que Hollywood se está inclinando hacia el cine de autor. Todos los nominados a Mejor Dirección –incluyendo al ganador y paisano “Guille”– tienen crédito de escritor en sus respectivas películas. Eso es inusual e importante: estamos hablando de cintas hechas de principio a fin con un claro artista detrás y de una Academia que los celebra como tales. Paul Thomas Anderson y Christopher Nolan redondean la boleta.

Ah, y Hollywood valora el talento mexicano. En los últimos cinco años van, qué, ¿una docena de nominaciones y estatuillas? Del Toro, Iñárritu, Cuarón y Lubezki llevan ya un tiempo arrasando. Lástima que se tuvieron que salir del país para que sus ideas no se queden en papel.

Por Gerardo Novelo*
gerardonovelog@gmail.com

* Estudiante de Comunicación. Pasa mucho tiempo pensando en cocos y golondrinas.

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