Todo pasado siempre fue ¿mejor?

Carlos Hornelas
carlos.hornelas@gmail.com

Todos los días en la mañanera se escuchan las peroratas de Andrés Manuel empeñado en diseccionar hasta el hastío lo que se empeña en presentar como “lecciones de historia”. En su afán por deconstruir la historia oficial integra una serie de anécdotas y referencias a hechos que pretende hacer pasar por “aleccionadores”. Construye, según él, una nueva narrativa epopéyica de tiempos pasados protagonizados por grandes próceres, de los que ya no existen.

Estancado en ese pasado, olvida que lo suyo es informar sobre su gestión presente, porque eso es lo que se espera entre un gobernante a cargo y el pueblo que lo ha distinguido con su confianza mediante su voto. Sin embargo, este olvido que nos cuesta a todos los contribuyentes, puesto que las emisiones usan recursos del erario, lo ocupa para pontificar sus verdades apostólicas y predicar su doctrina, en lugar de procurar nuestro derecho fundamental a la información.

Sus deseos por re-escribir la historia, y de paso pasar a ser parte de la misma en un único esfuerzo, le ha llevado a solicitar al rey de España y al Papa que se disculpen por la conquista de México, por ejemplo.

Y para no ir tan atrás, ha organizado consultas para recoger el sentimiento de la nación con respecto a enjuiciar a los gobernantes que lo antecedieron. Ha instruido a reabrir la investigación sobre el asesinato de Luis Donaldo Colosio, y en fechas recientes le ha pedido a la Marina que abra los expedientes sobre la llamada “Guerra sucia” de los años sesenta y setenta.

Mientras más se dedica al revisionismo del pasado, el presente se le va entre las manos como agua. Le preocupan los periodistas de los años setenta que fueron reprimidos por regímenes autoritarios y francamente se dedica en la actualidad a atacar a los que difieren de contar los hechos como él quisiera. Acumula la mayor cantidad de periodistas asesinados en un mandato presidencial desde que se lleva la cuenta.

Le preocupa el pasado de represión del pueblo, mientras las madres de las víctimas de desaparición de este sexenio le piden su intervención para encontrar a sus familiares y él les contesta, con un dejo magnánimo, antes de subir al avión en Quintana Roo: “tengo convicciones, tengo palabra y soy humanista, no soy igual que los otros”.

Este sexenio acumula la mayor cantidad de alcaldes y puestos de elección popular que han sido asesinados o atacados, sin embargo, pone su atención en el crimen de Colosio.

Comenta, cada que tiene ocasión, cómo los regímenes anteriores violaban las leyes electorales y cómo fue víctima de esas fechorías que le perjudicaron más de una vez, pero consiente que sus “corcholatas”, como las llama en su calidad de humanista, infrinjan la ley electoral, como el Secretario de Gobernación trasladándose en un avión de las fuerzas armadas para promover el voto de sus consultas, o como lo hace Claudia Sheinbaum en lo que puede calificarse como actos anticipados de campaña, si uno lee el artículo 41 de la Constitución, que prometió defender.

Se queja de la opacidad de los llamados “gobiernos neoliberales” pero resulta que, a fin de cumplir con sus proyectos de obra faraónicos, decreta de su puño y letra que son obras de “seguridad nacional” de manera que no se tengan que licitar y que se ataje cualquier intento por conocer los pormenores a quienes soliciten información al respecto.

En un último ejemplo, se queja de quienes negociaron el TMEC y recordemos que en ese momento el equipo estaba integrado por personas de ambos mandatarios: el entrante y el saliente. ¿Cómo es que le comieron el mandado?