Un refugio durante la adversidad

Abraham, de 27 años de edad, está aferrado a la vida, lucha contra la leucemia aguda y confía en regresar con familia a Cancún, Quintana Roo. Llegó a Mérida el 30 de noviembre para ser tratado en el Hospital Regional de Alta Especialidad de la Península de Yucatán (Hraepy).

Desde entonces, el joven acompañado de sus papás, Marcelino y Eva, así como Karina, su hermana menor, están alojados en el Albergue Temporal “Buena Voluntad”, donde reciben tres comidas y no se sienten abandonados a su suerte.

El 9 de noviembre, Abraham fue internado en el Hospital General de Cancún “Jesús Kumate Rodríguez” por una tos que no se le quitaba. Los médicos comenzaron con los diagnósticos para ver que tenía.

–Mi hermano presentaba un cuadro muy fuerte de neumonía. En los exámenes no encontraron nada. Ni tuberculosis ni VIH/sida, nada… hasta que le hicieron el barrido de médula ósea, le diagnosticaron leucemia aguda –relata Karina, de 19 años.

El diagnóstico golpeó a la familia, pues aunado al poco tacto de los galenos, Abraham recibió muy pocas probabilidades de vivir.

El tratamiento comenzó. Abraham necesitaba sangre y plaquetas, pero no hubo donadores; los coyotes ofrecieron su ayuda a cambio de una cantidad, misma que la familia no cubrió por falta de recursos, pues Marcelino y el joven viven al día de su trabajo de plomería.

Y en el nosocomio, les cobraron cinco mil pesos por 450 mililitros de plasma, “aunque nos explicaban que no nos cobraban la sangre sino los exámenes que se aplican”, añade.

Ante la falta de médicos especialistas en el vecino estado, Abraham estaba contemplado para ser trasladado a un nosocomio de Ciudad de México, pero ante la falta de ambulancia área, los médicos decidieron trasladarlos al Hraepy.

Después de 15 días de hospitalización en Cancún, el joven y su familia llegaron a Mérida con muchas esperanzas de vencer la enfermedad.

Sin embargo, los doctores detectaron una pulmonía en él, por lo que fue entubado para prevenir un paro cardiorrespiratorio. El diagnóstico fue 10 por ciento de posibilidades de sobrevivir y 90% de fallecer.

–Fue algo horrible, la sensación más que hemos experimentado. Mi madre estaba desconsolada, se sintió terrible; mientras, mi papá lloró. Nunca lo había visto así, emocionalmente estaba destrozado.

–Los médicos dijeron que mi hermano no iba a salir de esto, sólo un milagro podía suceder. Nos dijeron que empecemos con los trámites para trasladar su cuerpo –recuerda Karina, quien por apoyar a sus papás dejó sus estudios en la Universidad Tecnológica de Cancún.

Los milagros existen. Abraham reaccionó bien a las quimioterapias y en la víspera de la Nochebuena fue dado de alta.

–Siempre hemos creído que hay los milagros. Nunca hay que perder la fe en Dios, porque es el último que toma la decisión –expresa la joven, quien desea mucha salud para su hermano y regresar a casa con él.

La familia de Abraham se enteró del albergue por una vecina, quien durante un año estuvo ahí, ya que el esposo estuvo internado en el Hraepy. “Ella, a pesar de la pérdida de su marido, siempre está agradecida por la ayuda que recibió del albergue”, comenta Karina.

Aprendes a dar gracias

Sofía del Rosario, de 16 años, es voluntaria del Albergue Temporal “Buena Voluntad”. Debe cumplir 30 horas de servicio comunitario como parte de la formación humanista que recibe en el Colegio Mérida.

–En la escuela siempre nos inculcan la importancia de hacer servicio comunitario. Durante la primaria y secundaria lo hacemos en grupo, cuando ya pasamos a la preparatoria nos piden cumplir con ese requisito de manera individual –comenta la adolescente, quien próximamente cursara el segundo semestre de prepa.

Luego de revisar una lista de asociaciones civiles y conocer a qué se dedican cada una, la joven optó por el albergue, pues está cerca de su casa y en una ocasión que su mamá llevó ropa y juguetes, pudo ver el trabajo que se realiza.

Fue así como Sofía se integró al equipo de trabajo para ayudar en la limpieza de la cocina y en la preparación de los alimentos.

–Me gusta estar aquí, saber que de alguna manera puedo darle amor a mi prójimo –expresa.

Al ser cuestionada sobre los valores que reforzó, sin dudarlo responde que ayudar y la gratitud.

–Ayudas cuando das a los demás lo que no tienen y agradeces a Dios lo que tienes. Estas horas aquí, sé que me servirán en un futuro, porque es algo bueno lo que hago –añade la joven, quien invita a la sociedad ayudar no sólo al albergue sino a quien lo necesita.

La bendición de ayudar

Bertha Aes García, cocinera del albergue, define que trabajar en el albergue es una bendición y una oportunidad que Dios le brindó para servir a su prójimo.

Recuerda que acudió como voluntaria al Albergue Temporal “San Vicente de Paul”, que atiende a los familiares de los pacientes internados en el Hospital General Agustín O’Horán, pero le recomendaron presentarse a Buena Voluntad por la falta de manos.

Desde hace dos años, con el apoyo de otros empleados, prepara los desayunos, almuerzos y cenas que se sirven a las 8 de la mañana, 1 de la tarde y 7 de la noche, respectivamente.

En la preparación de los alimentos, explica, se cuida mucho la calidad de los ingredientes, que las comidas y bebidas sean saludables y al momento de servir se cuidan las porciones.

–Nada se puede desperdiciar, por eso cuidamos mucho las medidas en comida y agua, es preferible que después nos pidan una segunda porción –comenta Bertha Aes.

En asilo se reciben a personas que llevan hasta tres días sin comer ni bañarse, pero con la fe de que sólo estarán por una estancia breve, que en ocasiones va de los tres meses hasta el año.

–Es una bendición recibir a cada beneficiario, pues no sólo encuentran cobijo, comida y medicamentos, así como apoyo moral en caso de una pérdida.

–A la persona que viene con su enfermo le pedimos que se acerque a nosotros y confíe más en Dios –externa la cocinera.

Alivio ante la incertidumbre

Hace ochos años, el albergue abrió sus puertas para llevar un poco de alivio a los familiares de los pacientes del Hraepy, ofrecerles los servicios de lavado de ropa, hospedaje y alimentación, sobre todo a quienes llegan del interior del Estado y de otros municipios del Sureste.

La asociación civil Institución Asistencial vio la necesidad de contar un espacio para las personas de los niveles sociales cero, uno y dos, quienes enfrentaban gastos en comida y hospedaje con costos elevados, al estar ubicados en una zona de alta plusvalía.

Las condiciones eran diferentes, y el llamado por ayudar al prójimo, el albergue abrió en la calle 20 entre 15 y 17, de la colonia Altabrisa.

El proyecto que hace 47 años comenzó Sor Beatriz Laviada con “San Vicente de Paul”, empezaba a echar las primeras raíces y una luz de esperanza se prendió.

Las paredes de “Buena Voluntad” fueron testigos de llantos, desesperación de maya-parlantes por comunicarse con los empleados del albergue, desorientación por no saber a quién acudir, la soledad física, la angustia por la falta de un medicamento y el miedo de regresar a casa sin su paciente.

Sin embargo, la grandeza de la fe, solidaridad de quienes ahí trabajan y la esperanza de los internos aminora los lamentos.

El albergue existe para evitar que los problemas de los huéspedes se agraven. Gracias a los voluntarios, se cuentan con actividades de esparcimiento, pues los familiares necesitan distraer un rato para recuperar fuerzas y continuar con su lucha.

Al equipo de trabajo está un grupo de religiosas que llevan la palabra de Dios y cuando el paciente fallece, dan palabras de alientos al deudo.

En el albergue, los credos religiosos y políticos no importan, se ayuda a quien lo requiera.

Las controversias han existido. Las más comunes son de varones que no quieren agarrar una escoba o trapeador para limpiar, pues consideraban que esa actividad es para las mujeres.

Lo mismo sucedió con el lavado de trastes, pero el personal habló con aquellos beneficiarios y les hace ver que son una comunidad, que se ayuda los unos a los otros.

Operación del albergue

Patricia Juanes Cámara de Walker, directora del albergue, comenta que se labora todos los días de las 6 a.m. a 9 de la noche.

Los beneficiarios son canalizados del Hraepy, quienes tras llenar un formato y conocer el reglamento reciben la ayuda.

El albergue recibe a dos o tres familiares de los enfermos, que se turnan para acudir al nosocomio; también hay acompañantes que están solos y acuden para bañarse y comer, para después ir con el paciente.

Al ser una asociación civil, se vive de los donativos en efectivo y especie que les entregan. Las sinergias hechas con diversos actores de la sociedad han permitido que la ayuda puntual a la gente llegue.

–Ya lo dice Santa Teresa de Calculta: “La pobreza existe cuando no compartimos lo que tenemos”. Por eso tratamos que nuestros donantes den lo que pueda y en la mejor calidad –abunda.

Durante el 2016, Institución Asistencial A.C. mediante los dos albergues recibió a 8616 personas, es decir, 200 huéspedes a diario; se sirvieron 256,703 comidas, 630 al día; otorgaron 27,110 servicios de baño para un promedio diario de 75 personas.

Además entregaron 5,466 medicamentos y 1,842 despensas.

Irbin Flores Palomino

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.