Vainille

alex@villavainilla.com.mx

Alejandro Del Río Pimentel

Esta semana les escribo desde el Chateau Noiza del Valle de Loira en Francia, paladeando un agrosellado Cabernet Franc, cepa madre del famoso Cabernet Sauvignon. Se los comparto (presumo, en realidad), no sólo porque viajar es uno de los motivadores más grandes de mi vida, sino porque me inspiró lo que confirmé por acá sobre el olvido del vino francés en el escenario internacional.

Vamos por partes, el martes pasado, en vísperas de mi viaje, presentamos un negocio a varios inversionistas para cultivar en el estado vainilla (sí, la de los licuados o “smoothies” para los millenials). Para aquellos que no lo saben, la vainilla es 100% mexicana, es una orquídea y es ni más ni menos el fruto más caro del mundo con un valor superior a los $500 dólares por kilo, incluso es más cara que un kilo de plata (sí, el metal). Después de dos años de trabajar en la prueba piloto y luego en el cultivo experimental con resultados muy positivos, decidimos abrir el proyecto para hacerlo en una mayor escala y, sobre todo, para diversificar criterios, fortalezas y riesgos.

Una de las razones que nos motivó a mis socios y a mí a explorar la viabilidad de este negocio fue la gigantesca demanda que hemos visto por más de tres años durante la participación en ferias en el extranjero, y por otro lado la impotencia (“ching…o” coraje) de enterarnos que otros países como Madagascar o Indonesia nos han desplazado del negocio y hasta la reputación de la calidad de nuestra vainilla. ¿Cómo dejamos ir este enorme negocio? ¿Que no Madagascar era sólo una película de nenes? O lo más importante, ¿por qué nadie hace nada? Y es en esta última pregunta en donde nos centramos los socios y estamos determinados a ser los precursores de regresar este negocio a nuestro país y en lo que a nosotros nos toca a florecerlo en Yucatán.

Seguramente se han estado preguntando que tiene que ver Francia, el Cabernet Franc, la vainilla, Madagascar y mi querido Yucatán… y la respuesta es muy sencilla: dejemos de pensar como franceses (no el pan, ¡la nacionalidad!), quienes hace 100 años llenos de arrogancia abandonaron la promoción de su vino en el mundo y ,a pesar de ser el mejor, hoy no es ni el más vendido ni el más valorado. Dejemos de pensar como mexicano de hace 50 años que vio partir a Asia y África sus esquejes de vainilla. Aprendamos algo como yucatecos de estas lecciones, dejemos de pensar que hacer negocio es poner unos locales comerciales en la que era casa de la “chichí”, o en regularizar tierra ejidal para construir “privadas” (poner un espectacular, darle un nombre maya y pavimentar una calle). Debemos pensar a futuro, porque si bien los locales comerciales y los terrenos ejidales han sido muy buen negocio, no han desarrollado nuestra creatividad y no va a durar toda la vida este “boom” inmobiliario. Hay que pensar como capitalizar este vigor del estado para establecer negocios y fuentes de ingreso verdaderamente novedosos, orientados al mercado extranjero y, sobre todo, sustentables y perdurables en el tiempo (con o sin crecimiento demográfico).

Buen domingo, y los dejo que mi esposa me va a matar si ve que en plenas vacaciones sigo “trabajando”.

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