Por Gabriel Ortíz
En días pasados hablamos de cambio y cómo éste es un proceso difícil, pero constante en el deporte. Una cualidad que permite la renovación de los objetivos, de los nombres que acuñan las grandes hazañas, y en sí del deporte mismo.
Mucho se habló de la pasada generación de futbolistas mexicanos; jóvenes con experiencia y mentalidad ganadora, y se pensó que finalmente estaban listos para dar el gran paso, elevando el nivel de nuestro fútbol en la máxima competición de la disciplina: el Mundial de fútbol. Pero los pretextos son muchos y las glorias muy pocas. A fin de cuentas, tener jugadores con experiencia europea, con una historia ganadora a cuestas de poco sirvió.
No pasó nada, nada que no haya pasado antes… es difícil concluir que México es una selección que ha avanzado en la última década en su fútbol, cuando sigues sin poder trascender, ocupando los mismos lugares de siempre. ¿Qué debe cambiar?
Un jóven de 18 años ficha para un equipo en Europa y debuta en la liga española. Diego Lainez es quizás el primero de una nueva camada de jugadores, inspirados y siguiendo la huella de otros que antes lograron el mismo sueño, parece ser la cabeza de una nueva generación que deberá entender que no basta con jugar en el Viejo Continente.
Se necesita destacar, mantenerse en el mejor nivel durante muchas temporadas y brillar en verdad como las estrellas que les hacen creer que son. Llegar solo es el primer paso, requerimos de muchos Rafael Márquez si queremos alcanzar la vieja promesa.
