Los “muertos rodantes” de Jalisco

La dimensión de la tragedia es incalculable. La cadena de errores es puntual. El primero le correspondió al entonces presidente Felipe Calderón cuando sacó de sus cuarteles al Ejército; a ello le siguió el discurso oficial de “se están matando entre ellos”, el cual permeó en todas las esferas de gobierno y que se interpretó que, al matarse entre bandidos, no era necesario investigar los homicidios ni mucho menos prevenirlos.

Por el contrario, al aumentar la violencia se mantenía la percepción de inseguridad y con ello, la necesidad de mantener a las Fuerzas Armadas en las calles y así, poder conseguir incrementos presupuestales sustanciales.

Los muertos aparecieron por doquier. De acuerdo con el Inegi, podremos observar las variaciones en el número de defunciones por homicidios registrados en 1990, 2000 y consecutivamente desde el 2006, año en que inició su presidencia Calderón y en que se aplicó una estrategia bélica contra el crimen.

La crisis humanitaria que padece México está directamente relacionada con la estrategia militar empleada en los dos últimos sexenios, pues antes de ella, los niveles de homicidios eran notoriamente inferiores. Del 2006 a julio de 2018, se han registrado más de 357 mil homicidios, cuya investigación ministerial es prácticamente nula, lo que genera un espacio de impunidad y de impulso a la dinámica criminal. Los homicidios son competencia inicial de las fiscalías estatales, carentes de recursos humanos y materiales. A las cifras anteriores deben irse sumando los macabros y continuos hallazgos de fosas en toda la República. Luego, la cadena de responsabilidades quedaría así:

1. Los gobernadores de los Estados, por desinteresarse del tema de la violencia y pasar la estafeta a la Federación. Tal actitud omisa es penalmente relevante.

2. Designar a fiscales con perfiles de #FiscalCarnal y no de criminalista es una acción falta de ética y con consecuencias trágicas.

3. No fortalecer las áreas de servicios periciales y en especial, de investigaciones forenses, es condenar a sus entidades federativas a ser un oasis de impunidad.

4. No contar con una planeación estratégica en los temas de violencia, les impidieron visualizar los problemas que acarrea. En Morelos, por ejemplo, tuvieron que enterrar en una fosa común habilitada, cientos de cadáveres que ni siquiera habían sido registrados ni identificados.

En la tragedia de los muertos rodantes de Jalisco, el único responsable es el gobernador del Estado por no estar enterado de lo que sucede en su administración. No solo ignoró las precarias condiciones en que laboran los servicios periciales, sino que también desoyó las peticiones de recursos.

Permitió que se generaran espacios de infección con graves daños a la salud de los habitantes y trabajadores, violentó la dignidad de los muertos y quizá hasta incurrió en delitos de inhumación clandestina. Y como brillante solución, destituyó al director de los Servicios Forenses, cuya labor no es embodegar cuerpos sino identificar las causas de su muerte.

La pregunta es: ¿cuántos tráileres refrigerantes necesitará contratar López Obrador en su Cuarta Transformación y en la que ha anunciado que las Fuerzas Armadas seguirán en las calles? La industria frigorífica tiene un futuro promisorio en México.

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