Más allá del síntoma

En la vida, ante la posibilidad de una enfermedad o con la enfermedad ya a cuestas, debemos tomar en cuenta sobre qué terreno (decía Louis Pasteur) se llevarán a cabo los eventos. También Claude Bernard (del que Pasteur tomó la referencia) se refirió a que el agente (la enfermedad) era lo de menos, que el terreno (el cuerpo) lo era todo.

Por terreno entonces nos referimos al organismo. ¿De qué organismo se trata cuando ha caído en enfermedad? Porque hay terrenos muy débiles para soportar ciertos tipos de agentes patógenos. Pongamos el ejemplo del covid-19 ante el que muchas personas han perdido la vida, pero otras se han recuperado, y la gran mayoría (esto no lo dicen los noticieros) sólo tuvieron que aislarse y quedarse en casa de “cuarentena” para que por si mismo su sistema biológico se recuperara.

La vida de cualquier cuerpo depende de la fortaleza mental y física que este desarrolle y mantenga. La misma mente juega un rol determinante en el momento que nuestro cuerpo enferma, pero sobre todo antes de que este enferme. Los pensamientos positivos son suficientes a veces para evitar o minimizar el daño. Aunque no hablo concretamente del momento presente en que nos enfrentamos a un evento sanitario, sino del cómo nos hemos cuidado a través del tiempo para, llegado el momento, detengamos o salgamos ilesos de una enfermedad.

Antonio Damasio desde la Neurociencia y habiendo estudiado la relación mente-cuerpo a nivel científico nos explica cómo es que el cuerpo siente y le habla a nuestra mente para que desde ella y a través de nuestras sensaciones y emociones, actuemos. Pero una mente ociosa que no piensa es una mente que no siente; una mente desligada del cuerpo, de aquello que el cuerpo siente y que a través de sus “marcadores somáticos” (como dice Damasio) le habla a nuestro sistema nervioso.

¿Pero cuántos realmente han aprendido a escuchar su cuerpo (a entenderlo)? Y no lo que hay fuera de él en el entorno, sino lo que existe dentro de nuestro propio organismo celular, en el universo cuántico que hace posible nuestra salud y nuestra existencia. ¿Cuántos saben, sin dudarlo, qué emociones no controladas y pequeños síntomas no atendidos o crónicos; derivarán luego en cánceres, diabetes, embolias o infartos mortales?

Y  no es a veces que los médicos no sepan o sean negligentes (como suele suponerse en situaciones de duelo o tragedia) ante casos de enfermos que presentan un mal diagnóstico, pero detrás se oculta una vasta comorbilidad  que sin duda será la que realmente mate al paciente. Terrenos flojos, demasiado contaminados, yermos o débiles que no se salvarán ni con la mejor medicina ni con el mejor tratamiento. Terrenos biológicamente ya enfermos desde hace mucho tiempo e insalvables ahora. Cuerpos determinados por un “conflicto biológico” (mente-cuerpo-organismo) que fue creciendo sin ser nunca atendido, y llegado el momento simplemente se manifestó con una enfermedad grave o mortal en su parte más vulnerable o débil.

“La enfermedad representa en el escenario de la vida íntima –dice Ángeles Wolder (2019)- un drama identificable reprimido en la historia de la persona”. Y todos somos una historia –dice también Carl Jung-, la historia de un inconsciente familiar y un inconsciente colectivo.

De hecho nuestra historia personal comienza con la historia de nuestra madre. Lo que le pasó a nuestra madre nos pasó a nosotros en su vientre; somos la consecuencia. Es extraordinario ver en test psicológicos cómo la persona sin darse cuenta (hablamos de su inconsciente) manifiesta en un dibujo su drama, su trauma, el trastorno que lo mantiene “enfermo” y que comenzó desde el embarazo mismo de su madre. A través de esta prueba nos damos cuenta qué hay que buscar y desde dónde hay que buscar el daño para sanar la mente.

Ni el cuerpo ni la psique (el inconsciente) mienten cuando se trata de sensaciones, de sentimientos o síntomas, cuando sentimos o sabemos que algo no anda bien con nosotros, que algo le ocurre a nuestro cuerpo (a nuestro terreno).

¿Cuál es nuestra historia? ¿Qué se oculta en nosotros más allá del síntoma?

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