Sí, se estaba burlando de la Virgen, pero pasemos a otra cosa

Ni la conozco ni es mi amiga, pero la doctora Sandra Peniche tiene todo el derecho de exponer los cuadros de vaginas que se le peguen la gana, con todo y las flores alrededor.

Lo digo por el video que circula en las redes sociales y que la enseña enfrentando a tres policías que le piden —con todo respeto, dicho sea de paso—retirar aquel cuadro que, acomodado entre los ramos, busca asemejar una representación de la virgen María.

De acuerdo con una nota del servicio informativo Acom, la también activista realizó esta obra para denunciar el supuesto acoso que recibe por parte de feligreses católicos, los cuales se apostan frente al hospital que administra a fin de denunciar los abortos legales que allí se practican.

Pregunta seria: ¿disfruté con el mensaje de Peniche Quintal? En absoluto. Como católico, la disposición de los elementos detrás de aquella camioneta me pareció tremendamente ofensiva.

No obstante, si me precio de ser un individuo civilizado del siglo XXI, no abogaría jamás por la remoción de dicha obra en ningún momento. Eso se llama censura, y le cueste a quien le cueste, la blasfemia no está sancionada por la ley. Por eso, preocupa la reacción de los vecinos que exigieron la actuación de los policías.

Vamos por partes. Blasfemar significar insultar a alguna divinidad, sea Jesucristo, Mahoma o Buda. Ahora bien, ¿por qué no es un delito si estas figuras representan ejemplos de vida que inspiran a millones todo el tiempo?

Encontré en el columnista de El País, Lluís Bassets, una respuesta contundente: los dioses están fuera del ámbito humano, y, por ende, no tienen honor.

“[…] las religiones y los dogmas, como los personajes históricos y los mitos, las patrias y las banderas, no tienen derechos ni deberes como los tienen los ciudadanos individuales. No se puede atentar contra el honor de Buda o de Confucio, de Napoleón o de Garibaldi, de Jesucristo o de la Santísima Trinidad”, afirma.

Por otro lado, la libertad de expresión sólo conoce límites cuando, apelando a ésta, se exhorta a ejercer violencia sobre un individuo o grupo.

En ese sentido, aunque la imagen expuesta por Peniche Quintal puede parecer violenta, ciertamente no llama a lastimar a nadie de manera explícita. Es burda, ofensiva y hasta dolorosa, pero no le infringe daño alguno a nadie.

Por supuesto, no soy quien para decirle a quienes se han manifiestan indignados que se equivocan. De hecho, no lo están, pero vale la pena no perder de vista que fanáticos exacerbados, ciegos de pasión, fueron quienes perpetraron el asesinato de 12 personas que laboraban en el semanario satírico Charlie Hebdo, acto opuesto al perdón que estas religiones proclaman y que no puede equipararse ni remotamente a un acto de justicia.

Ella está en su derecho de exponer vaginas con flores.

Yo también tengo la opción de mirar hacia otra parte.

Por Alejandro Fitzmaurice

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