SRGUNDA PLANA – PUNTO MEDIO

LOS LADRONES DE gasolina llamados “guachicoleros” ocupan en los últimos días lugares destacados en la prensa nacional, pero no son un problema reciente, sino que su aparición tiene ya unos 20 años, y si ahora se les presta más atención es porque su nivel de peligrosidad ha subido tanto que ya se enfrentan con armas de alto poder incluso al Ejército, y utilizan a mujeres y niños como escudos humanos. El presidente Enrique Peña Nieto ordenó hace unos días que miles de policías y soldados diseñen una estrategia para acabar con esos delincuentes que roban el combustible de los ductos de Pemex. La actividad de esos ladrones creció gracias a la desidia, complicidad e ineficiencia de los gobiernos para frenarlos cuando empezaban. Se les dejó crecer y robar impunemente, se les vio lanzarse a las calles y carreteras para vender a la vista de todos el fruto de su delito, y durante años nada se hizo, lo cual propició que familias enteras, inclusive pueblos enteros, se acostumbren a vivir robando combustible porque “es del gobierno”, o sea, es de nadie.

LA IMPUNIDAD que llegaron a alcanzar los ladrones de combustible no es un caso único, hay muchos de ese tipo a lo largo y ancho del país. Por ejemplo, vea usted cualquier mercado público, ya sea del centro de la ciudad o de los barrios y colonias alejadas, y se dará cuenta de que los locatarios se sienten dueños de los espacios que la autoridad  municipal o estatal les entregó en concesión, o sea, de manera temporal para que trabajen; pero no vaya usted a pedir que le devuelvan esos espacios, porque se le arma un San Quintín. Otro caso es el de los vendedores ambulantes, que se instalan en la vía pública a menudo protegidos por funcionarios corruptos; después de algunos años de trabajar en el mismo espacio, esos vendedores se sienten dueños del pedazo de calle o acera que ocupan. Otro caso de ilegalidad que con el tiempo se convierte en legalidad por uso y costumbre es el de los comercios establecidos, entre ellos los que ocupan la parte externa de los mercados, los cuales arrojan todo tipo de aguas negras o jabonosas a la calle, pero como la autoridad  nunca les ha dicho nada, ahora no se les puede aplicar la ley que prohíbe esa antihigiénica y asquerosa costumbre.

ALGUIEN YA AFIRMÓ antes que México es un país de leyes, pero de demasiadas leyes, la mayoría de las cuales prácticamente no se aplican, y ése es uno de los grandes problemas que tenemos los mexicanos. Sería cuestión de realizar un trabajo de revisión para constatar cuántas leyes y reglamentos son letra muerta, y su falta de aplicación va generando usos y costumbres que finalmente acaban en desorden, caos, enfrentamiento, conflicto entre sociedad y gobierno… Al final se genera una costumbre negativa que atenta contra la sociedad e incluso cobra vidas, como en el caso de los ahora ya muy famosos guachicoleros. Después sólo nos queda mirar con pena cómo las autoridades que no hicieron su trabajo a tiempo tratan de ponerle remedio a situaciones que ya son de alcance estructural y hasta casi sistémico.

MÉRIDA ACABA de ser sede del Congreso Nacional de Filosofía, del cual surgieron pronunciamientos que en nuestra opinión dejan lecciones muy importantes, advertencias que habría que tomar en cuenta si queremos seguir viviendo en una sociedad pacífica y productiva. En ese congreso nuestros reporteros entrevistaron al Maestro en Filosofía Nicolás G. AnnettFrairé, quien ofreció la conferencia “Ideologías que denigran a la familia”, en la cual dijo, entre otras cosas, que la llamada “Ideología de género” es “la corriente más perniciosa en la actualidad, porque pretende dejar de lado la identificación del ser humano por su sexo y ya no sea hombre o mujer por los órganos reproductivos, sino por elección propia”. Aún más, agregó que con esa filosofía nos piden “que dejemos de ser pensantes para estar a merced de nuestros deseos más irracionales y por eso tenemos un entorno donde están presentes todos los excesos”. Ante las advertencias de un experto de esa talla tenemos que asumir una actitud más crítica y cuidadosa ante las “modernidades” que nos llegan de otras partes del país o del extranjero, porque pueden amenazar el modo de vida que nos hemos creado paciente y ordenadamente. En la defensa de la familia debemos estar unidos todos.

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.