Ya saben lo que les pasa…

Por Carlos Hornelas

El viernes pasado, el periodista de Univisión, Jorge Ramos, se presentó a la conferencia mañanera del presidente, que en esa ocasión versó sobre la inseguridad en el país. Ante las cifras presentadas, Ramos, interpeló al mandatario para recriminarle la diferencia entre los números que poseían uno y otro.

El intercambio de razones fue seco y directo. Para algunos, como el Padre Solalinde, hasta “altanero” y “agresivo” por parte del periodista. En lo que llevamos del sexenio no se había presentado una situación en la cual el reportero hubiese retenido en propia mano el micrófono, después de formular sus preguntas, para aprovechar la ocasión de replicar al presidente mientras responde, como sucedió el viernes.

Como era de esperarse, lo extraordinario del incidente tuvo su eco en varios medios de comunicación tradicionales, así como en las redes sociales que se dividieron entre los que celebraban la actitud del periodista y aquellos detractores de Ramos.

Es raro que un periodista que suele trabajar en EEUU, especializado en el género periodístico de entrevista, se presente como reportero de a pie, en la conferencia matutina. Y más raro aún que, a final de cuentas, la nota en los medios haya sido acaparada por el exabrupto, en lugar de hacer referencia al contenido de la información que lo provocó. La nota no era Ramos.

Si en todo caso, la intención de Ramos era conseguir una exclusiva para tratar a fondo ciertos temas, podría haberla solicitado independientemente de su asistencia al evento. La última entrevista célebre de su trayectoria la hizo en fechas recientes a Nicolás Maduro en Venezuela y la última a un mandatario mexicano, la realizó a Peña Nieto. En esta conferencia de prensa no se le expulsó, como ocurrió en alguna ocasión ante Trump en Washington. Si algo se puede decir del periodista es que al menos incomoda a los altos funcionarios con su particular estilo.

En la conferencia del lunes, el presidente retomó el tema y sugirió a la prensa que deben ser “prudentes” y que “no se pasen” porque “ya saben lo que les pasa”. Parece que el remedio resultó peor que la enfermedad. ¿Qué es lo que realmente habrá querido decir con esas expresiones?

Una posible lectura es que, si son críticos y le hacen lucir mal con sus preguntas inquisitivas, es decir, si no son prudentes, las legiones de seguidores en las “benditas” redes sociales, como él las llama, se encargarán del posterior linchamiento mediático de sus opositores. Es una suerte de “equilibrio” ante los “ataques informativos” de la prensa fifí.

O bien, podría leerse como una llamada de atención, para que los reporteros de la fuente establezcan límites, que “no se pasen de la raya” y, en consecuencia, deja en ellos discrecionalmente el ejercicio de autocensura, para no tocar determinados aspectos que puedan despertar la incomodidad del primer mandatario o le cambien su parsimoniosa rutina. “Que no se pasen” puede sugerir un previo acuerdo de no abordar ciertos temas o de limitar el número de preguntas, de réplicas o de correcciones en el “diálogo circular” entre el mandatario y los reporteros. En este sentido cabe preguntar, en esta conversación, ¿quién representa al pueblo?, ¿la prensa o el presidente?

Otra interpretación puede ser una amenaza velada. “Ya saben lo que les pasa” amenaza a excluirlos de algún modo de las propias conferencias, que cada vez admiten a más youtubers y menos periodistas de viejo cuño.

Por último y menos afortunado, “ya saben lo que les pasa” es una falta de tacto ante una comunidad que acumula asesinatos impunes en los últimos años, incluyendo su propio mandato. Será que, como decía Edward Bulwer-Lytton, “¿la pluma es más poderosa que la espada?”

 

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